Hacia la sostenibilidad en anestesia veterinaria: impacto ambiental y estrategias para una práctica más responsable
Resumen breve
El objetivo de este artículo es revisar el impacto medioambiental de la anestesia y explorar diversas estrategias y prácticas accesibles, y basadas en la evidencia para reducir el impacto ambiental sin comprometer la seguridad anestésica. Al abordar este tema, se espera fomentar una mayor conciencia sobre la necesidad de integrar la sostenibilidad en nuestra práctica diaria.Índice de contenidos
Introducción
El cambio climático es la mayor amenaza global para la salud pública del siglo XXI1. La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que, entre 2030 y 2050, el cambio climático será el causante de alrededor de 250000 muertes adicionales cada año. El informe The Lancet Countdown in Europe 2024 reporta un aumento del 17.2 % en las muertes relacionadas las altas temperaturas entre 2003 y 2022, resaltando que el cambio climático es una realidad que está ya impactando negativamente en la salud en Europa y, en especial en España y en los países del Sur, cuya situación geográfica los hace más vulnerables2. A medida que nos enfrentamos a este desafío global, la urgencia de adoptar prácticas sostenibles resulta cada vez más imperiosa.
Los médicos veterinarios desempeñamos un papel esencial, que podemos definir dentro de la estrategia One Health (Una Salud). Un enfoque sanitario que propone un abordaje conjunto y global entre tres ámbitos interrelacionados: la salud humana, la salud animal y el medio ambiente. Este concepto enfatiza que la salud pública no puede ser abordada de manera aislada, sino que debe incluir un entendimiento holístico de cómo estas tres esferas interactúan. Muchos de los actuales desafíos globales se pueden beneficiar del enfoque One Health, incluyendo entre otros la pérdida de biodiversidad, la contaminación medioambiental y el cambio climático3.
El sistema sanitario, aunque ejerce un papel crucial en la protección de la salud pública, también contribuye de forma negativa al cambio climático. De hecho, si el sistema sanitario global fuese un país, sería el quinto mayor emisor de carbono del planeta4, siendo el ámbito hospitalario y concretamente el quirúrgico la mayor fuente de contaminación medioambiental. Por tanto, es vital que los sistemas de salud desarrollen prácticas sostenibles para mitigar su impacto medioambiental. Y dentro del sistema sanitario, los anestesistas ocupan una posición de liderazgo y de responsabilidad capaz de aportar contribuciones valiosas en la transición hacia la sostenibilidad en la atención sanitaria.
El objetivo de este artículo es revisar el impacto medioambiental de la anestesia y explorar diversas estrategias y prácticas accesibles, y basadas en la evidencia, para reducir el impacto ambiental sin comprometer la seguridad anestésica. Al abordar este tema, se espera fomentar una mayor conciencia sobre la necesidad de integrar la sostenibilidad en nuestra práctica diaria.
Impacto medioambiental de la anestesia
La práctica anestésica tiene un significante impacto negativo en el medio ambiente debido principalmente a la emisión de gases anestésicos y la generación de residuos. Hace ya casi medio siglo del primer reporte que sugería un potencial efecto negativo de los gases anestésicos en el planeta5. Actualmente se conoce que su impacto ambiental es debido a su potencial de calentamiento global por contribuir al efecto invernadero y, en algunos casos, a su capacidad para destruir la capa de ozono.
Todos los gases heteronucleares (que poseen más de un tipo de átomo, por ejemplo, CO2, H2O) son activos en el espectro infrarrojo. Cuando estas moléculas absorben luz infrarroja, contribuyen a la retención de calor en la atmósfera por reducción de la radiación térmica de la tierra hacia el espacio, por lo que se denominan gases de efecto invernadero (GEI). GEI comunes son, por ejemplo, el dióxido de carbono, el metano, el óxido nitroso y todos los anestésicos halogenados de aplicación clínica6. El impacto nocivo de los GEI depende de su eficiencia radiactiva (la capacidad del gas para absorber y emitir radiación infrarroja) y de su vida atmosférica (el tiempo que un gas permanece en la atmósfera antes de ser descompuesto o eliminado). Y se cuantifica mediante el término potencial de calentamiento global (GWP, de las siglas en inglés de global warming potential), que mide cuánto un gas de efecto invernadero contribuye al calentamiento global en comparación con el dióxido de carbono. Por tanto, el dióxido de carbono tiene, por definición, un GWP de 1. El Panel Intergubernamental por el Cambio Climático (IPCC) utiliza el GWP a 100 años (GWP100) como la comparación estándar de los efectos de los gases de efecto invernadero de larga duración7. La huella de carbono total de cada gas se puede calcular multiplicando su GWP100, por la cantidad total de gas que se libera a la atmósfera.
Los agentes anestésicos inhalatorios son expirados por los pacientes sin apenas cambios metabólicos, y la gran mayoría se libera directamente a la atmósfera, lo que aumenta la concentración de estos contaminantes en el aire. Aunque estos gases representan una pequeña parte de las emisiones globales de GEI, el impacto por unidad de volumen es alto debido a su alta capacidad para absorber y emitir radiación infrarroja y a su prolongada vida atmosférica, contribuyendo al calentamiento global de manera desproporcionada en comparación con otros gases como el CO2 (Tabla 1).
- | Óxido nitroso | Desflurano | Isoflurano | Sevoflurano | Dióxido de carbono |
---|---|---|---|---|---|
GWP100 | 310 | 2540 | 510 | 130 | 1 |
CAM en perros (%) | 222 | 7.2 | 1.3 | 2.3 | - |
Vida atmosférica | 110 | 14 | 3.2 | 1.1 | 74 |
Tabla 1. Potencial de calentamiento global, concentración alveolar mínima y vida atmosférica de algunos agentes anestésicos inhalatorios.
La Tabla 1 destaca las huellas de carbono particularmente altas que resultan del uso de óxido nitroso y desflurano, debido a su persistencia atmosférica, y a las potencias relativamente bajas de estos agentes, reflejadas en su concentración alveolar mínima (CAM). Esto conlleva una mayor cantidad liberada a la atmósfera y, además, en el caso del desflurano, una eficiencia radioactiva muy alta.
Los anestésicos inhalatorios, al ser compuestos halogenados, son teóricamente perjudiciales para la capa de ozono, la cual limita la transmisión de luz ultravioleta nociva hacia la superficie terrestre. Sin embargo, solo el halotano, que contiene cloro, y en menor medida el isoflurano, representan una preocupación en este contexto, ya que los compuestos que contienen únicamente flúor (sevoflurano y desflurano) no afectan la capa de ozono. La contribución de estos dos anestésicos inhalatorios se ha estimado en un máximo de 0.01 % de la liberación anual global de clorofluorocarbonos (CFCs), lo que implica que su impacto en el agotamiento del ozono es relativamente pequeño. Sin embargo, el óxido nitroso (N2O) presenta similitudes con los CFCs y ha sido descrito como la emisión que más contribuye al agotamiento de la capa de ozono a lo largo del siglo XXI. Por tanto, limitar las emisiones de N2O sería beneficioso tanto para la protección de la capa de ozono como para la mitigación del calentamiento global.
Además del impacto de los gases, el procedimiento anestésico tiene una alta huella de carbono debido a la generación de residuos, como productos médicos desechables y fármacos parenterales, cuyo ciclo de vida (producción, transporte y eliminación) contribuye a las emisiones de carbono del sector. Estos residuos, especialmente los plásticos y ciertos fármacos, como el propofol, pueden ser difíciles de descomponer y contaminan el suelo y el agua si no se gestionan adecuadamente. Además, el propofol, uno de los medicamentos más comúnmente utilizados en anestesia, también es uno de los que más se desecha.
Estrategias de sostenibilidad en anestesia veterinaria
La sostenibilidad se ha convertido en un concepto fundamental en la sociedad contemporánea, esta no solo implica el uso responsable de los recursos, sino también la consideración de cómo impactan a las generaciones futuras y al ecosistema en su conjunto. Por tanto, conociendo el impacto medioambiental que conlleva la anestesia, urge implementarla a nuestra práctica clínica, siempre manteniendo el principio esencial de que la seguridad del paciente no se comprometa por la introducción de las prácticas sostenibles.
Recientemente, la Federación Mundial de Sociedades de Anestesiólogos (WFSA) publicó una declaración de consenso donde exponen siete principios a seguir para la práctica de la anestesia sostenible8. Estos son:
- Minimizar el impacto ambiental de la práctica clínica.
- Utilizar medicamentos y equipamiento preferiblemente ecológicos cuando sea clínicamente seguro hacerlo.
- Minimizar el uso excesivo y desperdicio de medicamentos, equipos, energía y agua.
- Incorporar principios de sostenibilidad ambiental en la educación formal de anestesia.
- Integrar principios de sostenibilidad ambiental en la investigación de anestesia y programas de mejora de la calidad.
- Liderar actividades de sostenibilidad ambiental dentro de sus organizaciones sanitarias.
- Colaborar con la industria para mejorar la sostenibilidad ambiental.
Las medidas más relevantes, seguras y prácticas que los anestesistas veterinarios podemos adoptar para minimizar el impacto ambiental incluyen: la reducción del uso de anestésicos inhalatorios, la eliminación del uso de desflurano y N2O, la disminución del consumo de recursos y la gestión de adecuada de los desechos9.
Una medida altamente recomendable por sus beneficios clínicos, que también es efectiva para la reducción de los agentes anestésicos inhalatorios, es la aplicación de anestesia balanceada. Esta incluye la administración de una premedicación adecuada, el uso de técnicas de anestesia locorregional y la administración de anestesia intravenosa parcial, reduciendo así la CAM de los inhalatorios.
Además, la disminución del uso de anestésicos inhalatorios se puede conseguir de manera segura y efectiva mediante la reducción del flujo de gas fresco (FGF), lo que conlleva una disminución proporcional de sus emisiones a la atmósfera. Se considera anestesia de flujo bajo cuando se utiliza un FGF por debajo de 1 l/min, y de flujo mínimo cuando el FGF se reduce a 0.5 l/min; estando siempre por encima de los requerimientos metabólicos de oxígeno (10 ml/kg/min). Un estudio reciente realizado en un hospital veterinario indicó que se podría lograr una reducción de la huella de carbono del 63 % al utilizar técnicas de flujo bajo10 (Figura 1).
Figura 1. La disminución del uso de anestésicos inhalatorios se puede conseguir de manera segura y efectiva mediante la reducción del flujo de gas fresco (FGF).
No obstante, se debe tener en cuenta que la aplicación de esta técnica requiere tanto de conocimiento por parte del anestesista, como de la disponibilidad de monitorización adecuada. La monitorización indicada al utilizar bajos flujos debería incluir como mínimo la capnografía, para identificar fugas de equipo, y la concentración de oxígeno inspirado, a fin de evitar mezclas hipóxicas durante el mantenimiento de la anestesia. En ausencia de estos métodos de monitorización, se recomiendan FGF superiores a 1 l/min por seguridad anestésica.
Asimismo, es importante señalar que la mayoría de las vaporizadores disponibles actualmente requieren un flujo mínimo de 0.5 l/min para administrar el agente con precisión, y que algunos rotámetros pueden no ser seguros a flujos inferiores a 1-2 l/min. Por lo tanto, en caso de duda sobre la idoneidad de un equipo para un flujo específico, se recomienda consultar al fabricante11.
Otro aspecto a tener en cuenta al implementar esta técnica es la prolongación en el cambio de plano anestésico, relevante especialmente al inicio de la anestesia. Por lo que se recomienda utilizar un FGF más elevado (2 l/min) al inicio de la anestesia y reducirlo a un nivel más bajo cuando se alcance el plano anestésico deseado, lo cual también ayuda a fomentar la desnitrogenación y a prevenir la acumulación de otros gases.
Una alternativa que elimina por completo el uso de agentes halogenados es la anestesia total intravenosa (TIVA). Sin embargo, para aplicar esta técnica es esencial que se disponga del equipamiento adecuado para su administración precisa y que el anestesista veterinario cuente con conocimientos y experiencia para garantizar que los protocolos anestésicos sean seguros y adecuados para cada caso. Además, aunque la huella generada sea menor, es fundamental tener en cuenta que todos los fármacos generan un coste ambiental debido a su producción, envasado, transporte y eliminación, además del consumo de energía que conlleva su administración mediante bombas de infusión (Figura 2).
Figura 2. Una alternativa que elimina por completo el uso de agentes halogenados es la anestesia total intravenosa (TIVA).
La disminución del consumo de recursos y la gestión adecuada de los desechos en anestesia veterinaria son asimismo fundamentales para promover prácticas sostenibles. La reducción de consumibles de un solo uso puede significativamente disminuir la huella ecológica de los procedimientos anestésicos. Además, la adecuada segregación y disposición de los desechos, especialmente los farmacéuticos y biológicos, son esenciales para minimizar el riesgo de contaminación y preservar los ecosistemas. Adoptar prácticas como la reutilización de materiales médicos, siempre que sea seguro y factible, también contribuye a la sostenibilidad, al reducir la generación de residuos y el consumo de recursos naturales.
En conjunto, estas estrategias no solo benefician al medio ambiente, sino que también promueven un enfoque más responsable y consciente en la anestesia veterinaria (Tabla 2).
Reducción de anestésicos inhalatorios |
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Disminución y gestión de residuos |
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Tabla 2. Estrategias sostenibles de aplicación práctica en anestesia veterinaria.
Conclusión
El cambio climático es la mayor amenaza para la salud pública global, y la anestesia veterinaria no es ajena a esta problemática. La implementación de prácticas sostenibles en este campo es esencial para mitigar el impacto ambiental, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover la salud pública a través del enfoque One Health. Adoptar técnicas para reducir el uso de anestésicos inhalatorios y fomentar la gestión adecuada de desechos son pasos cruciales hacia una práctica más responsable y consciente. Los veterinarios debemos asumir un papel proactivo en esta transición, asegurando que la calidad de la atención no se vea comprometida mientras se trabaja hacia un futuro más sostenible. Es fundamental fomentar una cultura de sostenibilidad en la anestesia veterinaria, no solo por el bienestar de los pacientes, sino también por la salud del planeta y las generaciones futuras.
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