Hacia la sostenibilidad en anestesia veterinaria (Parte II): más allá de los anestésicos inhalatorios
Resumen breve
La sostenibilidad en anestesia veterinaria no es solo una opción, sino una necesidad frente al cambio climático. A pesar de los desafíos, la evidencia científica demuestra que reducir la huella ambiental es posible sin comprometer la seguridad del paciente. Comenzando con acciones prácticas, optimizando la educación en prácticas sostenibles, y con un compromiso colectivo, la anestesia veterinaria puede evolucionar hacia una práctica más ecológica y responsable con el planeta.Índice de contenidos
Introducción
El cambio climático ya es considerado como la mayor amenaza para la salud global en el siglo XXI1. Sus efectos se manifiestan a través del aumento en la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos, unida a una subida sostenida de la temperatura media global, que ya ha superado más de 1 °C desde la Revolución Industrial. Estas consecuencias son potencialmente devastadoras para la biodiversidad, la seguridad alimentaria y la salud humana y animal, por lo que urge una acción global al respecto.
A pesar de su papel fundamental en la protección de la salud pública, paradójicamente el sector sanitario es un contribuyente activo al cambio climático. Su impacto ambiental es equiparable al de las principales economías mundiales, siendo el área quirúrgica una de las más contaminantes2. En este contexto, como profesionales veterinarios, tenemos que reconocer la importancia de proteger el medio ambiente y adoptar estrategias para reducir nuestra huella de carbono. Los anestesistas poseemos una posición clave para la reducción de la huella ambiental. La aplicación de prácticas más sostenibles en anestesia no solo contribuye a mitigar su impacto ambiental, sino que también sirve como modelo para promover un cambio estructural en la gestión sostenible del sistema sanitario.
En la primera parte de este artículo3, exploramos el impacto medioambiental de la anestesia veterinaria, centrándonos en las emisiones de los anestésicos inhalatorios y en su contribución al calentamiento global por su efecto invernadero y, en algunos casos, a la destrucción de la capa de ozono. Se destacaron estrategias clave para reducir la huella de carbono, como la reducción del uso de anestésicos inhalatorios, la eliminación del uso de desflurano y del óxido nitroso, y la implementación de técnicas de flujo bajo, anestesia balanceada o anestesia total intravenosa.
En esta segunda parte, el objetivo es revisar el impacto ambiental de otros fármacos anestésicos, poniendo el foco en el propofol, al ser uno de los fármacos más comúnmente utilizados en anestesia. Asimismo, se describirá el valor de la sostenibilidad y cómo aplicarlo a la anestesia clínica de forma práctica. Finalmente, se abordarán los desafíos que enfrentan los veterinarios al implementar prácticas sostenibles, así como la importancia de la educación y concienciación en la formación de futuros profesionales.
Impacto ambiental de los fármacos anestésicos: el caso del propofol
Más allá de los anestésicos inhalatorios, todos los fármacos utilizados en anestesia veterinaria generan una huella de carbono. Para cuantificar el impacto ambiental se utiliza una herramienta llamada Evaluación del ciclo de la vida (del inglés Life Cycle Assessment, LCA). Se trata de una práctica estandarizada que permite cuantificar el consumo energético, el agotamiento de recursos y las emisiones generadas, tanto directas como indirectas, en cada etapa del ciclo de vida de un producto, es decir, desde su producción hasta su disposición final4.
Por ejemplo, en el caso del propofol, su producción requiere aceite de soja como componente de su emulsión, lo que implica la utilización de tierras agrícolas y recursos hídricos para el cultivo de la soja. Su fabricación conlleva un consumo de electricidad y requiere materiales para su envasado, como vidrio y plástico. Posteriormente, el propofol es transportado a distribuidores y clínicas veterinarias, lo que conlleva emisiones de gases de efecto invernadero por el uso de combustibles fósiles. Su administración también conlleva una huella de carbono significativa por el uso de material fungible, además su administración en infusión continua, utilizada para el mantenimiento con anestesia total intravenosa, requiere electricidad para el funcionamiento de las bombas de infusión. Finalmente, su eliminación se realiza mediante incineración a altas temperaturas, lo que genera emisiones adicionales de carbono.
La realización de LCA requiere del análisis de grandes cantidades de datos en cada etapa de la vida del producto. Y, por tanto, las evidencias sobre las LCA de los distintos fármacos anestésicos son todavía limitadas, aunque la investigación en esta área ha aumentado exponencialmente en los últimos años4.
Un ejemplo relevante de la aplicación de la Evaluación del Ciclo de Vida (LCA) en anestesia es el estudio de Sherman et al., que comparó la huella de carbono generada a lo largo del ciclo de vida de los agentes anestésicos inhalatorios frente a la anestesia total intravenosa (TIVA) con propofol5. Los resultados mostraron que las emisiones de carbono asociadas a la TIVA eran hasta cuatro veces menores a las de los anestésicos inhalatorios. También mostraron que su principal impacto ambiental proviene del consumo energético necesario para el funcionamiento de la bomba de infusión, aunque en este estudio no se compararon datos en cuanto a su producción o eliminación.
Más allá de las emisiones de carbono, el impacto ambiental de los fármacos se produce también por la contaminación de ecosistemas acuáticos y terrestres. Hasta un 90 % de medicaciones orales se excretan en aguas residuales como sustancias activas, ya sea el compuesto propio o sus metabolitos. Muchos de estos compuestos y sus metabolitos no son completamente eliminados en las plantas de tratamiento de aguas residuales, ya que estas no están diseñadas específicamente para eliminar los residuos farmacológicos. Como resultado, una parte de estos compuestos puede terminar en ríos y otras corrientes de agua, así como en los lodos utilizados como fertilizantes en la agricultura, y en bajas concentraciones en el agua potable6.
Para evaluar el impacto de los residuos farmacéuticos en los ecosistemas acuáticos, se consideran tres factores clave:
- Persistencia: la capacidad del compuesto para resistir la degradación en el medio ambiente.
- Bioacumulación: su acumulación en los tejidos de los organismos acuáticos.
- Toxicidad: su potencial para causar efectos nocivos en la vida acuática.
En el caso del propofol, se ha demostrado que este fármaco se adhiere a partículas suspendidas en el agua y sedimentos, lo que permite su persistencia en sistemas acuáticos durante años. Además, tiene un alto potencial de bioacumulación en los tejidos grasos de los organismos acuáticos, debido a su alta liposolubilidad. Asimismo, su forma no metabolizada se considera altamente tóxica para la vida acuática. Estos factores hacen que tenga un alto potencial contaminante7.
El propofol es uno de los fármacos más comúnmente utilizados en anestesia, pero, además, se ha identificado que el propofol es uno de los fármacos más desperdiciados. Estudios en hospitales de medicina humana, señalan que aproximadamente el 50 % del propofol dispensado se desecha sin haber sido administrado8. Aunque actualmente no existen datos al respecto en veterinaria, se puede estimar que este porcentaje sea parecido, si no mayor (Figura 1).

Figura 1. Administración de propofol en un paciente canino. Tras la inducción anestésica una fracción significativa del fármaco preparado no será utilizada y acabará siendo desechada, lo que pone de manifiesto la necesidad de optimizar la dosis preparada para reducir el desperdicio y su impacto ambiental.
Tampoco existen datos precisos sobre qué proporción del propofol desechado es eliminado correctamente mediante incineración a alta temperatura en comparación con la cantidad que termina en desagües o contenedores de residuos convencionales, lo que resalta la necesidad de una mayor investigación en este ámbito.
El principal problema ambiental radica en la eliminación inadecuada del propofol no utilizado, especialmente cuando se vierte por los desagües. Dado su potencial tóxico y su difícil degradación, es fundamental evitar su vertido en la red de saneamiento de aguas y garantizar su eliminación mediante métodos adecuados, la incineración a alta temperatura, para minimizar su impacto ambiental7.
Otros fármacos anestésicos y su impacto:
- Anestésicos locales y opioides: algunos anestésicos locales, como la lidocaína, pueden degradarse en metabolitos con efectos tóxicos sobre la fauna acuática. Los opiáceos, empleados para el manejo del dolor perioperatorio, también pueden bioacumularse y afectar el equilibrio ecológico de los ecosistemas acuáticos.
- Antibióticos: aunque no son anestésicos en sí mismos, los antibióticos usados en anestesia pueden contribuir al desarrollo de resistencia a los antimicrobianos y alterar la biodiversidad de los ecosistemas acuáticos, presentando algunos, especialmente macrólidos y quinolonas, una alta persistencia ambiental.
Implementación de prácticas sostenibles en la anestesia clínica
Para empezar a aplicar la sostenibilidad en nuestra práctica clínica, en primer lugar, es fundamental reconocer que la sostenibilidad en el ámbito sanitario no es solo un problema global, sino una cuestión que podemos abordar a nivel local.
La anestesia es un componente esencial de la medicina veterinaria, ya sea para la realización de procedimientos rutinarios como de intervenciones quirúrgicas complejas. Los anestesistas veterinarios, al estar en la intersección de diversas áreas clínicas, nos encontramos en una posición única para promover cambios significativos. Aplicando enfoques anestésicos más conscientes con el medio ambiente, no solo podemos reducir la huella de carbono, sino también mejorar la eficiencia clínica, reducir costes e incluso optimizar los resultados en los pacientes.
Cuando hablamos del valor en la atención sanitaria, de manera simplificada expresamos cómo el sistema cumple sus objetivos. Tradicionalmente, el valor puede definirse como los resultados de los casos clínicos atendidos en relación con los costes económicos. Sin embargo, un enfoque sostenible amplía esta definición. En lugar de centrarse únicamente en los costes económicos, incorpora también los impactos ambientales y sociales.
En anestesia veterinaria, esto implica encontrar estrategias para reducir el impacto ambiental, garantizando siempre la seguridad anestésica del paciente. Se trata de tomar decisiones responsables teniendo en cuenta el enfoque One Health9 (Una Sola Salud), es decir, no solo por los pacientes que atendemos hoy, sino también por las generaciones futuras, y por el planeta.
La implementación de la sostenibilidad no tiene por qué ser compleja, sino que comienza con pasos pequeños y prácticos. Cada acción que tomamos, desde reducir el uso de agentes inhalatorios hasta gestionar los residuos de manera responsable, contribuye a una práctica más consciente con el medio ambiente. Asimismo, y contrario a la percepción de que la anestesia sostenible conlleva más costes, la optimización del uso de recursos puede generar ahorros económicos a medio y largo plazo a través de la reducción del consumo y la menor generación de residuos.
Estrategias prácticas para una anestesia veterinaria sostenible:
- Disminución del uso de anestésicos inhalatorios3.
- Optimizar el flujo de gas fresco (FGF).
- Usar circuitos circulares (de reinhalación) en animales > 5 kg.
- FGF 1-2 l/min al inicio (5-10 minutos).
- FGF 0.5-1 l/min durante el mantenimiento.
- Usar circuito Mapleson en animales < 5 kg.
- Utilizar la capnografía para ajustar FGF al mínimo que previene la reinhalación.
- Usar circuitos circulares (de reinhalación) en animales > 5 kg.
- Protocolos de anestesia balanceada (premedicación adecuada, bloqueos locorregionales, analgesia multimodal).
- Uso de TIVA.
- Chequeos de fugas (Figura 2) y revisiones regulares de las máquinas anestésicas, vaporizadores y circuitos.
- Optimizar el flujo de gas fresco (FGF).

Figura 2. Chequeo del circuito anestésico antes de iniciar el procedimiento. Detectar y corregir posibles fugas es una medida clave para evitar el desperdicio de gases anestésicos y reducir emisiones innecesarias a la atmósfera.
- Uso sostenible del propofol.
- Considerar la dosis requerida específicamente para el caso. Según el peso del paciente (3-6 mg/kg), la calidad de la premedicación y el procedimiento.
- Cargar jeringas del volumen adecuado a la dosis requerida.
- Llevar dosis extra de propofol en el vial para situaciones de emergencia (despertar intraoperatorio, necesidad de desconectar de la máquina anestésica, etc.) (Figura 3).
- Asegurar la correcta disposición y eliminación del propofol no utilizado (residuos clínicos para incineración).

Figura 3. Preparación estratégica de propofol y material fungible adicional, sin abrir, para tener disponibilidad inmediata durante todo el período anestésico. Esta práctica permite responder rápidamente ante posibles despertares intraoperatorios, minimizando al mismo tiempo el desperdicio de fármacos y recursos.
- Limitar el tiempo anestésico.
- Promover un flujo de trabajo eficiente: planificar e identificar la necesidad de recursos y su disponibilidad antes de empezar la anestesia.
- Considerar si el procedimiento se puede realizar de forma segura bajo sedación en lugar de anestesia general, por ejemplo, en el caso de procedimientos diagnósticos (TAC, radiografía, etc.).
- Eliminar el desperdicio de fármacos y material fungible.
- Mantenimiento de un inventario para identificar las necesidades de la clínica y ajustar el stock de fármacos.
- Correcto almacenamiento de los fármacos según sus requerimientos (temperatura, luz).
- Identificar la fecha de apertura de los fármacos multidosis.
- Abrir envases y medicamentos solo cuando se vayan a utilizar.
- Reducir
- Utilizar preparaciones de medicamentos orales en lugar de inyectables (periodos pre- y posoperatorios). Por ejemplo: omeprazol, antiinflamatorios no esteroideos, paracetamol.
- Usar solo el equipamiento y material que esté clínicamente indicado.
- Apagar los equipos eléctricos cuando no se estén utilizando. Por ejemplo, máquinas anestésicas, monitores, sistema de evacuación de gases anestésicos (Figura 4), etc.

Figura 4. Panel de control del sistema de evacuación de gases anestésicos con la luz de encendido. Mantener este tipo de equipos encendidos innecesariamente contribuye al consumo energético evitable; apagarlos cuando no están en uso es una medida simple, pero efectiva para reducir el impacto ambiental.
- Reutilizar
- Reutilización de materiales que están asignados para su uso en el mismo paciente. Por ejemplo, el mismo sistema de fluidoterapia de anestesia a hospitalización, el mismo collar isabelino, etc.
- Dar prioridad a la adquisición de equipos reutilizables, preferentemente a los de un solo uso. Por ejemplo, gorros de tela y zapatos de quirófano en lugar de gorros desechables y calzas.
- Reprocesar
- Limpieza y embalaje de materiales de un solo uso para su reutilización. Por ejemplo, tubos endotraqueales.
- Adecuado manejo de residuos.
- Segregación de residuos. La separación de los residuos reduce el coste de la eliminación por incineración si estos productos pueden ser tratados adecuadamente por otros flujos. En un estudio de auditoría clínica llevado a cabo en un hospital de medicina humana, se observó que hasta el 60 % de los residuos dispuestos en los contenedores clínicos para incineración podrían reclasificarse como residuos domésticos o reciclables, con un enorme potencial de beneficios económicos y medioambientales10.
- Aumentar el acceso a los contenedores de reciclaje y colocarlos en lugares estratégicos (zona de inducción anestésica y quirófanos), lo que facilita el reciclaje (Figura 5).

Figura 5. Contenedores de residuos situados en la sala de inducción anestésica. La colocación estratégica de puntos de reciclaje favorece la correcta segregación de residuos y promueve prácticas sostenibles en el entorno quirúrgico.
Barreras y desafíos en la implementación de la anestesia sostenible
A pesar de la creciente concienciación sobre la necesidad de reducir la huella ambiental en la anestesia veterinaria, la implementación de prácticas sostenibles enfrenta diversos desafíos.
- Falta de concienciación y formación. Muchos profesionales desconocen el impacto medioambiental de la anestesia y la gestión inadecuada de residuos. Así como de estrategias sostenibles de aplicación práctica. A nivel formativo, la sostenibilidad aún no es un eje central en la enseñanza de la anestesia veterinaria.
- Limitaciones económicas y acceso a equipos sostenibles. Equipos avanzados, como monitores de gases y vaporizadores eficientes, pueden representar un coste inicial elevado, pero a medio-largo plazo resultan rentables, económica y socialmente.
- Barreras tecnológicas. La disponibilidad limitada o el alto coste de algunas tecnologías sostenibles dificultan la transición hacia una práctica más ecológica en la anestesia veterinaria. Para fomentar el desarrollo y la accesibilidad de estas tecnologías, es fundamental impulsar la inversión en investigación y promover incentivos.
- Resistencia al cambio. Adaptar nuevas prácticas requiere un cambio de mentalidad y formación adicional. La resistencia al cambio en la práctica anestésica puede mitigarse mediante una gestión estratégica, que incluya la participación del personal de distintos servicios para promover prácticas sostenibles y la demostración de la rentabilidad de estas iniciativas.
El papel de la educación y la concienciación
Para que la sostenibilidad se convierta en una práctica generalizada en anestesia veterinaria, es esencial invertir en educación y concienciación.
- Integración en los programas de formación veterinaria: incorporar la sostenibilidad en el currículo de anestesia es clave para que las nuevas generaciones adopten estas prácticas desde el inicio de su carrera.
- Disponibilidad de recursos y guías: existen publicaciones y herramientas que facilitan la implementación de estrategias sostenibles en la clínica diaria.
- Vet Sustain: Vet Sustain es una organización sin ánimo de lucro centrada en promover la sostenibilidad dentro de la profesión veterinaria. En su página web: www.vetsustain.org se encuentran numerosos recursos.
- Anaesthesia Impact calculator11. Herrramienta desarrollada por la Association of Anaesthetists que compara tanto el coste económico como la huella de carbono (CO2e) de la anestesia inhalatoria según el agente usado y el FGF administrado. Además, han desarrollado una aplicación de descarga gratuita (Figura 6A-B).

Figura 6. (A) Captura de pantalla de la aplicación para móvil Anaesthesia Impact Calculator mostrando la huella de carbono generada por distintos agentes inhalatorios con un flujo de gas fresco (FGF) de 3 l/min. Se evidencian diferencias significativas en el impacto ambiental según el agente inhalatorio utilizado. (B) Al reducir el FGF a 1 l/min, la aplicación muestra una disminución considerable en las emisiones de CO₂e para todos los agentes. Esta herramienta permite visualizar de forma práctica cómo pequeñas modificaciones en la técnica anestésica pueden traducirse en una menor huella ambiental.

Conclusión
La sostenibilidad en anestesia veterinaria no es solo una opción, sino una necesidad frente al cambio climático. A pesar de los desafíos, la evidencia científica demuestra que reducir la huella ambiental es posible sin comprometer la seguridad del paciente. Comenzando con acciones prácticas, optimizando la educación en prácticas sostenibles, y con un compromiso colectivo, la anestesia veterinaria puede evolucionar hacia una práctica más ecológica y responsable con el planeta.
Bibliografía
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11. Anaesthetic gases calculator | Association of Anaesthetists, https://anaesthetists.org/Home/Resources-publications/Environment/Guide-to-green-anaesthesia/Anaesthetic-gases-calculator