Amputación del miembro torácico en un gato con deformidad congénita del carpo
Resumen breve
La amputación de miembro torácico en gatos está indicada en pacientes con lesiones graves en la extremidad afectada. El objetivo del presente caso clínico es describir la técnica realizada y analizar las posibles complicaciones derivadas de la misma. En nuestro paciente, la recuperación fue buena y la técnica quirúrgica desarrollada resultó satisfactoria.Índice de contenidos
Introducción
La amputación de extremidades en gatos está indicada para el tratamiento de neoplasias o traumatismos que cursan con enfermedad sistémica grave, neuropatías periféricas, patologías vasculares, infecciones y procesos degenerativos o congénitos que causen una discapacidad en el miembro. Al recomendar la amputación de una extremidad, se debe tener en cuenta el estado de salud general del paciente, la localización y el tipo de lesión de la extremidad y su capacidad de adaptación a la nueva biomecánica tras la cirugía. Por otro lado, es imprescindible contar con la aprobación de sus tutores y su colaboración en el proceso de recuperación1,2.
Las contraindicaciones más comunes para su realización son la obesidad extrema y/o la existencia de enfermedades ortopédicas o neurológicas coexistentes3,4.
Caso clínico
Se presentó en nuestro hospital un gato de raza siamés de catorce años y medio de edad y 6 kilos de peso para valorar una lesión que presentaba en el carpo de la extremidad anterior derecha (Figura 1).

En la exploración física general, el paciente se mostró alerta, con temperatura dentro de los valores fisiológicos (38,5ºC) y condición corporal normal. En su auscultación no se detectaron alteraciones. La hematología reveló una anemia leve no regenerativa (hematocrito del 25%) y leucocitosis leve (19,600 K/µl) con neutrofilia (12,300 K/ µl). En la extremidad afectada presentaba una deformidad congénita que afectaba a la articulación del carpo produciendo una hiperflexión carpal, la cual producía una desviación vara y un apoyo continuo del carpo y metacarpianos. La zona afectada presentaba inflamación y ulceración severa. Los tutores relataron que el paciente presentaba una pequeña lesión en esa zona desde hacía tiempo pero que en el último mes había empeorado mucho y no respondía a tratamiento médico (Figura2).

Se realizó una biopsia incisional bajo sedación. El diagnóstico histopatológico reveló la existencia de una dermatitis ulcerativa, piogranulomatosa crónica con abundante tejido cicatricial reactivo causada por un traumatismo local persistente o por automutilación sin signos de malignidad, por lo que se recomendó su exéresis completa. Debido a la extensión de la lesión, se planteó la amputación de la extremidad afectada.
El día de la intervención, tres semanas después de la primera visita, se reevaluó al paciente porque su estado general había empeorado. Los propietarios comentaron que la herida sangraba mucho y que lo notaban más apático. Se detectó una pérdida de peso del 5%, a pesar de mantener el apetito, falta de acicalamiento y mucosas pálidas. La lesión mostraba signos de infección y mal olor (Figura 3).

Se realizaron pruebas laboratoriales y los resultados determinaron un hematocrito de 10,9%, con un valor de eritrocitos de 2,91 M/μL y de hemoglobina de 3,5 g/dL. Los leucocitos estaban en 28,56 K/μL, con los neutrófilos en 22,99 K/μL y los monocitos en 0,81 K/μL (Figura4).

Se inició terapia antibiótica con marbofloxacino a dosis de 2 mg/Kg/SID/IV y se realizó una transfusión, previa determinación del grupo sanguíneo, de 25 ml de concentrado de hematíes del grupo A.
Una vez estabilizado el paciente, se preparó para el procedimiento quirúrgico, asignando un riesgo anestésico ASA III. Se sedó con una combinación de dexmedetomidina a 7 µg/Kg, metadona a 0,3 mg/Kg y ketamina a 2 mg/Kg, todo por vía intramuscular. Una vez rasurada la zona, se preoxigenó previamente a la inducción con propofol a 2 mg/Kg por vía endovenosa. Se intubó con un tubo de 3,5 mm de diámetro y se administraron bolos de fentanilo a 5 µg/Kg/IV cada 20 minutos5. Se posicionó al paciente en decúbito lateral izquierdo, manteniendo la extremidad anterior derecha libre. Seguidamente, se realizó un bloqueo paravertebral del plexo braquial mediante la inyección de 0,1 ml/Kg de bupivacaína al 2,5%5.
Una vez conseguido un plano anestésico adecuado, se realizó una amputación por desarticulación escapular6.
Se tomó como referencia la espina de la escápula, incidiendo la piel longitudinalmente sobre la misma desde el borde dorsal de la escápula hasta el acromion. A continuación, se continuó la incisión circunferencialmente alrededor de la extremidad torácica cranealmente a nivel del tubérculo mayor del húmero y caudalmente en la zona del pliegue axilar hasta unirla a la incisión lateral a nivel del acromion (Figura 5) evitando la realización de un colgajo de piel puntiagudo en el punto en el que confluyen las incisiones para evitar la necrosis avascular de la piel. El plano subcutáneo se disecó con una combinación de disección cortante y roma, realizando hemostasia con bisturí bipolar (Figuras 6 y 7).



A continuación, se seccionaron el músculo trapecio de su inserción en la espina escapular, tanto en la porción cervical como en la torácica (Figura8), el músculo omotransverso cerca de la espina de la escápula y del acromion y el músculo cleidobraquial en la parte media del vientre mediante el uso de bisturí bipolar (Figura 9), que se utilizó también para realizar hemostasia de la vena omobraquial, cefálica y las ramas de la arteria cervical superficial.


Posteriormente se aplicó tracción lateral en la escápula para exponer los músculos romboides y serrato ventral y seccionarlos del borde dorsal y medial de la escápula respectivamente con bisturí bipolar (Figura 10).

Seguidamente se retrajo la escápula hacia craneal consiguiendo generar tensión en el músculo dorsal ancho y seccionarlo en su aponeurosis con bisturí bipolar, al mismo tiempo que se realizó hemostasia de la arteria y vena torácicas laterales y arteria y vena toracodorsales, así como la escisión de sus respectivos nervios. Mediante abducción se expuso el paquete neurovascular, formado por el plexo braquial y la arteria y vena axilares (ver Figura 10) y traccionando la parte distal de la extremidad se consiguió acceso al área axilar, seccionando los músculos pectorales superficiales y profundos a través de los vientres musculares con bisturí bipolar, que también realizó la sección y la hemostasia de las arterias torácicas externa y lateral (ver Figura 10).
Tras revisar la zona y comprobar que no había sangrado activo, se procedió al lavado y cierre quirúrgico, comenzando por suturar las porciones cervical y torácica del músculo trapecio en su parte dorsal (Figura 11).

A continuación, se suturó la porción ventral de la parte cervical del trapecio, el omotransverso y el braquiocefálico al músculo dorsal ancho (Figura12).

Seguidamente, se elevaron los músculos pectorales y se suturaron al borde ventral del músculo dorsal ancho y braquiocefálico (Figura13).

El material de sutura empleado fue reabsorbible monofilamento del calibre 2/0 y el patrón de sutura continuo simple. Posteriormente se cerró el tejido subcutáneo con el mismo material y patrón de sutura, retirando algún exceso de piel para evitar la formación de espacios muertos que acabasen desarrollando un seroma (Figura14) y combinando puntos de liberación de tensiones (Figura15 y 16).



Finalmente, la piel se cerró con grapas consiguiendo un aspecto final de T invertida, siendo uno de los lados de la T de inferior tamaño para evitar el exceso de piel (Figura17).

El paciente se recuperó de la anestesia sin complicaciones graves, presentando como única alteración una hipotermia leve que se manejó con medidas de calor (Figura18).

Se repitió el hematocrito y se obtuvo un valor de 19 %. Permaneció hospitalizado con un vendaje ligeramente compresivo durante tres días. Se pautó marbofloxacino a 2 mg/Kg/IV una vez al día, meloxicam a 0.1 mg/Kg/IV una vez al día, buprenorfina a 0.01 mg/Kg/IV tres veces al día y curas tres veces al día con suero salino y pomada cicatrizante.
La evolución fue buena y se dio de alta, continuando con el antibiótico hasta completar una pauta de diez días. Volvió a los 12 días a retirar los puntos. La herida estaba bien cicatrizada, a excepción del área de confluencia de las incisiones que presentaba una pequeña zona de necrosis, por lo que se recomendó seguir haciendo las curas hasta su completa curación.
Discusión
Se describen dos técnicas para la amputación del miembro torácico. Una de ellas se basa en la desarticulación por la articulación del hombro y la otra mediante desarticulación de la escápula. La desarticulación eliminando la escápula es la más habitual ya que permite una mejor visualización de vasos y nervios, no requiere material adicional para cortar hueso y evita la formación de úlceras por presión derivada de la atrofia de la musculatura de la zona y la formación de saliente óseos, particularmente el acromion6,7.
Respecto a las complicaciones más habituales, diferentes autores describen la aparición de infección/inflamación de la herida en perros y gatos operados en torno al 20% de los casos, siendo superior el porcentaje en perros. Se considera que el aumento de la tasa de infección asociada con la amputación de extremidades puede atribuirse a un trauma quirúrgico extenso o a la manipulación de los tejidos blandos asociada a cualquier procedimiento de amputación de extremidades y la postura habitual del paciente en el período postoperatorio, que puede ejercer fuerzas excesivas a lo largo del lecho quirúrgico7. El aumento de la edad fue la única variable que se asoció significativamente con la infección/inflamación postoperatoria7.
Otros estudios se centran en la recuperación funcional de los pacientes8,9. En este sentido, los autores describieron que el tiempo que tardaron en volver a caminar tras someterse a la amputación fue inferior a 3 días en el 69,7% de los gatos y de 3 a 7 días en el 16,7%. Por otro lado, el 75,8% recuperaron su nivel de actividad habitual y no se detectaron cambios de comportamiento en el 92,3% de los gatos. La calidad de vida después de la amputación se registró como excelente en el 82,4% de los gatos y casi en el 100% de los casos los propietarios se mostraron satisfechos tras la intervención.
Por otro lado, un aspecto fundamental en los pacientes es el control del dolor postoperatorio10. Existen artículos en los que se describe la colocación de catéteres percutáneos para la perfusión continua de bupivacaína en bolos cada 6 horas durante 1-2 días. El número de complicaciones descritas en relación a la aparición de infecciones o formación de seromas fueron similares a las encontradas en pacientes en los que no se coloca dicho catéter.
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