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Y por último pero no menos importante: la fase de recuperación

Resumen breve

Aunque a lo largo de las últimas décadas la mortalidad perianestésica se ha reducido en perros y gatos, el mayor número de muertes suele producirse durante el periodo de recuperación. En medicina humana tratan la fase de recuperación cual aterrizaje de un avión se tratase, con todo tipo de detalles, información y guías para una mayor seguridad. En cambio, en medicina veterinaria dicha fase aún está lejos de dicho nivel de excelencia, ya sea por falta de recursos o por desconocimiento de…

Resumen

Aunque a lo largo de las últimas décadas la mortalidad perianestésica se ha reducido en perros y gatos, el mayor número de muertes suele producirse durante el periodo de recuperación. En medicina humana tratan la fase de recuperación cual aterrizaje de un avión se tratase, con todo tipo de detalles, información y guías para una mayor seguridad. En cambio, en medicina veterinaria dicha fase aún está lejos de dicho nivel de excelencia, ya sea por falta de recursos o por desconocimiento de las fatales consecuencias que se puedan producir. Además, a todo ello se suma la falta de consenso de una escala relacionada con la calidad de la recuperación. En consecuencia, se pretende con este artículo el dar unas nociones básicas de monitorización y factores a destacar durante la fase de recuperación en perros y gatos tras una anestesia general.

Introducción

A mediados del siglo pasado, la mortalidad asociada a procedimientos bajo anestesia general en veterinaria se encontraba en valores del 1.08 % en perros y 1.79 % en gatos según un estudio realizado por la Universidad del Estado de Colorado. A lo largo de las décadas, estos valores han tenido una marcada reducción hasta situarse en torno al 0.17 % en perros y un 0.24 % en gatos según la investigación confidencial sobre muertes perioperatorias de animales pequeños (CEPSAF, según sus siglas en inglés). Sin embargo, si profundizamos en los resultados de la CEPSAF, observamos que las muertes durante el periodo postoperatorio era lo más común en un 50 % de los perros y en un 60 % de los gatos, siendo la mayoría de dichas muertes durante el periodo de las 3 horas tras haber finalizado el procedimiento. A nivel nacional, Gil y Redondo (2013) demostraron en un estudio multicéntrico realizado en España que la mortalidad perioperatoria era de un 1.29 % en perros sometidos a un procedimiento que requería una anestesia general. Al igual que los resultados demostrados en la CEPSAF, la mayoría de las muertes (77 %) se produjeron durante el periodo postoperatorio (considerado hasta 24 horas después del procedimiento).

Tras analizar los datos previos, podemos concluir que la recuperación tras una anestesia general supone una fase importante en la que el profesional veterinario debe prestar atención a ciertos puntos y asumir una serie de pasos, todo ello descrito en este artículo, para así conseguir la reducción de la incidencia tanto de situaciones inesperadas como de la mortalidad de los pacientes.

Monitorización durante la recuperación

En medicina humana, el periodo de recuperación se explica con la analogía de que el aterrizaje de un avión es tan peligroso como el despegue, es decir, aún habiendo finalizado el proceso dicho periodo tampoco está exento de riesgos y, por lo tanto, los pacientes que se han sometido a anestesia general deben ser atendidos en unas condiciones específicas y en unas áreas clínicas especialmente diseñadas y dotadas de personal capacitado. En medicina veterinaria, posiblemente debido en muchas ocasiones a una falta de recursos o por pecar de no dar importancia a dicha fase de recuperación, tanto dicho personal como las áreas específicas no se encuentran disponibles o carecen de equipamiento. Por ello, a través de dicho artículo se pretende concienciar de la formación del personal, así como de la creación de zonas de recuperación en las que los pacientes veterinarios se encuentren monitorizados durante su inmediata fase de recuperación.

Al igual que la realización de un triage en un paciente de urgencia, el profesional veterinario debe monitorizar los sistemas importantes del organismo como se describen a continuación, para así asegurarse de la estabilidad y la seguridad del animal

Sistema cardiovascular

Se puede considerar que el sistema cardiovascular tiene tantas funciones como los tejidos y órganos que irriga. La transferencia de oxígeno y dióxido de carbono entre los pulmones y los tejidos es la función principal del sistema. Los vasos a nivel gastrointestinal absorben los nutrientes del intestino y perfunden el hígado, para luego entregar estos nutrientes (glucosa, aminoácidos y ácidos grasos) a los tejidos para el metabolismo celular y eliminar los productos de desecho. La circulación renal es esencial para la correcta homeostasis de agua y electrolitos y contribuir a la excreción de productos de desecho. El sistema cardiovascular también tiene un papel importante en la distribución del agua corporal entre los espacios intravascular, extracelular e intracelular. Las funciones hormonales del sistema cardiovascular incluyen la entrega de hormonas endocrinas desde sus sitios de liberación a los tejidos objetivo y la producción de factor natriurético auricular dentro del corazón. El sistema cardiovascular tiene un papel inmunológico, transportando anticuerpos y células inmunes por todo el cuerpo, así como estar involucrado en la regulación de la temperatura, ya que el flujo sanguíneo de la piel y, por lo tanto, la pérdida de calor, pueden variar según la temperatura corporal.

La monitorización del sistema cardiovascular comienza con la detección de una frecuencia cardíaca (FC), ya sea mediante el uso de un estetoscopio, la palpación de un pulso o bien gracias al equipamiento del que se disponga (p. ej. pulsioxímetro portátil o electrocardiograma) (Figura 1). Dependiendo de la metodología, podremos detectar si nuestro paciente se encuentra con una FC baja o elevada (según lo esperado por especie, tamaño, fármacos utilizados o patología) e, incluso, si existe la generación de arritmias. Hay que mencionar que el uso del electrocardiograma (ECG) proporciona información acerca de la actividad eléctrica del corazón, pero no de la fuerza contráctil o mecánica.

La palpación de un pulso periférico ayuda a conseguir información sobre su frecuencia, el ritmo, la calidad (tensión de los vasos sanguíneos, amplitud y duración) y la sincronicidad con la FC, por lo que se obtendrá una indicación del flujo sanguíneo y de la perfusión de los tejidos. La tensión palpable a nivel de una arteria periférica puede ayudar a la valoración de la presión sanguínea arterial diastólica (PAD) pues depende principalmente de la resistencia vascular sistémica y del volumen de sangre circulante. La amplitud del pulso representa la diferencia entre la presión sanguínea arterial sistólica (PAS) y la PAD, y se correlaciona con el volumen de eyección. En la literatura veterinaria, perros con ausencia de un pulso arterial metatarsiano eran unas 8 veces más susceptibles de estar hipotensos (PAS por debajo de 90 mmHg) que aquellos con un pulso detectable, mientras que los gatos con ausencia de un pulso arterial metatarsiano presentaban un 84 % de probabilidad de estar hipotensos (presión arterial media, PAM, por debajo de 75 mmHg).

La PAM es el principal factor que vence la resistencia arteriolar, asegurando el flujo sanguíneo capilar. Los rangos normales en gatos y perros durante la anestesia son de 90 a 120 mmHg para PAS, de 55 a 90 mmHg para PAD y de 60 a 100 mmHg para PAM. En los órganos vitales, el flujo sanguíneo se autorregula a valores de PAM entre 60 y 150 mmHg, de manera que el flujo a través de estos órganos es constante mientras la PAM se mantenga dentro de estos valores. Es importante la monitorización de la presión sanguínea, sobretodo en aquellos casos en los que el paciente ha presentado largos periodos de hipotensión durante el procedimiento, pérdida de un volumen considerado de sangre o si la recuperación se está prolongando. El uso de sistemas no invasivos (Doppler u oscilométricos) como invasivos (mediante la canulación de un vaso arterial periférico) ayudarán al clínico a comprobar si la PAM se encuentra en valores por encima de los 60 mmHg y así preservar la correcta perfusión de los órganos más vitales.

Una aproximación al estado de la circulación periférica también se puede realizar mediante la determinación del color de la membrana de la mucosa y el tiempo de relleno capilar (TRC), los cuales deben de ser rosa y alrededor de los 2 segundos de tiempo respectivamente en un paciente sano. Un color pálido o blanco de la mucosa normalmente es indicativo de un paciente con anemia, vasoconstricción, hemorragia, estado de shock o bien por dolor, mientras que un color rojo marcado es indicativo de vasodilatación, una respuesta inflamatoria sistémica o a hipertermia. Pacientes no anémicos con una hipoxemia severa (niveles de oxígeno en sangre por debajo de los 60 mmHg) presentan una coloración azulada o cianótica de las mucosas. Otras afecciones como fallo hepático o hemólisis y metahemoglobinemia darán lugar a mucosas de color amarillo o marrón, respectivamente. En cuanto al TRC, por encima de los 2 segundos es indicativo de una perfusión no adecuada asociada a una vasocontricción periférica, mientras que un TRC inferior a 1 segundo es compatible con un estado hiperdinámico (p. ej., durante un shock distributivo, inflamación sistémica o hipertermia) y vasodilatación.

El pulsioxímetro portátil es un equipo de vital importancia durante la fase de recuperación gracias a su carácter no invasivo y su rapidez y facilidad de uso, además de por la información que proporciona en aquellos equipos más sencillos: la saturación de oxígeno en hemoglobina de la sangre arterial (SpO2) y una frecuencia del pulso (Figura 2). Cabe recordar que el pulsioxímetro hace una medición de la SpO2, pero no de la presión arterial de oxígeno (PaO2), por lo que el personal veterinario deberá llevar cuidado al recopilar la información en los pacientes con suplementación de oxígeno.

Figura 1. Uso del estetoscopio para auscultación cardíaca en un perro durante la fase de recuperación.
Figura 1. Uso del estetoscopio para auscultación cardíaca en un perro durante la fase de recuperación.
Figura 2. Valores determinados por un pulsioxímetro portátil durante la fase de recuperación en un perro.
Figura 2. Valores determinados por un pulsioxímetro portátil durante la fase de recuperación en un perro.

Sistema respiratorio

La función principal de los pulmones es el intercambio de gases, pero también existen funciones no respiratorias: (1) filtro de sangre, (2) reservorio de sangre, (3) funciones metabólicas, (4) regulación ácido-base y (5) funciones de defensa.
Es importante mantener una vía aérea segura durante la fase de recuperación. Tras finalizar el procedimiento y haber desconectado a nuestro paciente del circuito anéstesico, éste aún mantendrá el tubo endotraqueal en su sitio, pero con el modo de fijación elegido por el clínico totalmente liberado y el sistema de neumotaponamiento aún inflado. Una vez se muestre un reflejo de náusea junto con el reflejo palpebral positivo en perros, será el momento de desinflar el sistema de neumotaponamiento del tubo endotraqueal y proceder a la retirada del mismo, pues podemos asumir que la vía aérea estará protegida en caso de regurgitación o vómito. Aunque tomar la decisión de la retirada del tubo endotraqueal en gatos es algo más complicada, algunos signos positivos como movimientos de la cola, extremidad o las orejas, junto con un reflejo deglutor positivo es indicativo de una vuelta a la conciencia en esta especie. Es aconsejable no retrasar mucho la extubación en gatos ya que puede predisponer a laringoespasmo, por lo que suelen ser extubaciones más tempranas en comparación a los perros, y se realizarán cuando se observa un reflejo palpebral junto con un movimiento ligero de la lengua. Independientemente de la especie, se colocará al paciente en posición esternal con la cabeza y cuello extendidos, y con la lengua desplazada hacia delante, permitiendo un acceso correcto de la vía aérea así como visualización del color de las mucosas y colocación de la sonda del pulsioxímetro en la lengua, si fuera necesario.

Durante la fase de recuperación es mandatorio garantizar una correcta ventilación del paciente que facilitará la entrega de oxígeno a los tejidos y la eliminación del dióxido de carbono, así como los gases anestésicos residuales. Para ello, se debe monitorizar la frecuencia respiratoria, el tipo de respiración y el esfuerzo que genera el paciente. En aquellos casos menos agresivos de obstrucción de las vías aéreas superiores, colapso dinámico de las vías, bronquitis u otras obstrucciones leves al flujo de aire, los pacientes a menudo respirarán más despacio y profundamente para minimizar la resistencia de las vías aéreas. Aquellos pacientes con enfermedad laríngea o colapso u obstrucción traqueal extratorácica generarán un esfuerzo mayor en la fase de inspiración, mientras que con el colapso de las vías respiratorias intratorácicas, el esfuerzo se producirá durante la espiración. Cuando hay una obstrucción física como una masa o un cuerpo extraño, el esfuerzo anormal se puede notar tanto en la inspiración como en la espiración. En aquellos casos severos de obstrucción de las vías aéreas, el clínico se encontrará con un paciente con unos esfuerzos respiratorios marcados, un incremento de los ronquidos, ortopnea, apertura máxima de las fosas nasales, esfuerzo abdominal, extensión del cuello y cabeza, excitación, cianosis y, en casos muy graves, una respiración agónica.

En caso de que ocurra un incidente asociado al sistema respiratorio, el veterinario debe mantener la calma y avisar al equipo, y proseguir con la eliminación de cualquier tipo de obstrucción de las vías aéreas mediante el uso de un sistema de succión o gasas, y mantener la lengua hacia adelante. Se suministrará oxígeno mediante flujo directo hasta lograr la reintubación endotraqueal. Se recomienda mantener en la zona de recuperación un laringoscopio para ayudar a visualizar la laringe y tubos endotraqueales de emergencia, para así ahorrar tiempo de vital importancia para el paciente. En el caso de presentar dificultades a la hora de reintubar, es recomendable no retrasar la suplementación de oxígeno y por ello el uso de un conector de tubo de 15 mm en el extremo de un catéter urinario permitirá la conexión a una fuente de oxígeno.

Además, una vez colocado el catéter urinario rígido, éste se puede utilizar como guía para facilitar la intubación con un tubo endotraqueal de tamaño adecuado. Si la obstrucción está en la laringe y no es posible la intubación endotraqueal, como alternativa se puede insertar una aguja de gran calibre o un catéter endovenoso en la tráquea por debajo de la obstrucción, a los que se añadirá una jeringa de 2 o 5 ml con el émbolo retirado y un conector de tubo de 15 mm que facilitará la conexión a la fuente de oxígeno. En aquellos casos que se requiera, el material para la realización de una traqueostomía de urgencia deberá prepararse para su posterior uso.

Sistema neurológico

El sistema nervioso coordina las actividades de muchos órganos y es responsable de modular y regular numerosos procesos fisiológicos a través de una red de células especializadas.

Durante la recuperación, el personal veterinario debe ser capaz de reconocer que el paciente ha pasado de un cierto grado de profundidad anestésica hasta conseguir llegar al estadio de plena conciencia con total seguridad según se produce la eliminación del agente anestésico. El grado de profundidad anestésica se divide en cuatro estadios: (I) considerado como el estado despierto de conciencia, incluyendo todos los grados de obnubilación, (II) marcado por la pérdida de la conciencia, el cese del movimiento y el inicio de un patrón regular de respiración, (III) considerado el plano anestésico quirúrgico y divido en cuatro niveles según algunos signos (p. ej., posición de los ojos) y la pérdida de los reflejos, y (IV) estadio más profundo de anestesia donde se produce una depresión del sistema nervioso central y paro respiratorio. Por lo tanto, y viéndolo desde una perspectiva sencilla, aunque la neurobiología difiere según el sentido de la anestesia, la fase de recuperación supondría un camino inverso al descrito anteriormente, en donde el paciente comienza desde el estadio III hasta el I, siendo los reflejos positivos como el palpebral, de náusea o deglutor indicativos de un plano anestésico ligero, hasta conseguir el movimiento espontáneo del individuo.

Aunque observado en la clínica diaria pero, desafortunadamente, no estudiado en profundidad por la medicina veterinaria, el denominado delirio de emergencia (DE) puede darse durante la fase de recuperación. El DE, también denominado agitación de emergencia o excitación de emergencia, se caracteriza por agitación, inquietud e hiperactividad durante la transición de la inconsciencia a la vigilia completa. En medicina humana, es un fenómeno bien conocido en anestesia pediátrica con una incidencia estimada del 50-80% en niños, pero puede ocurrir también en en aproximadamente el 6% de adultos sometidos a anestesia general. Aunque la fisiopatología del proceso no está esclarecida, sí se ha demostrado que existen algunos factores de riesgo que pueden facilitar la aparición de un DE. Por experiencias personales vividas, nos encontraremos con animales no colaborativos que muestran movimientos bruscos y sin sentido, falta de contacto visual, falta de respuesta a estímulos externos, desorientación, vocalización y, en algunas ocasiones, muestras de agresividad. El uso de estrategias farmacológicas (p. ej., ketamina a dosis subanestésica administrada previo a la recuperación) junto con técnicas no farmacológicas (p. ej., habituar al paciente a la zona de hospitalización) han demostrado cierta eficacia en la reducción de la incidencia de DE durante la fase de recuperación en medicina humana.

Factores importantes durante la recuperación

Temperatura

Un mantenimiento perioperatorio de la temperatura en pacientes humanos sometidos a una anestesia general ayuda a reducir riesgos como la alteración de la farmacocinética de los fármacos, coagulopatías, aparición de arritmias, riesgo de hipoxemia, alteración en la función del sistema nervioso central, el incremento de la pérdida de sangre, el aumento de la necesidad de transfusiones, una mayor probabilidad de infecciones de la zona quirúrgica y el aumento del tiempo alojado en la zona de recuperación postanestésica. Redondo y col. (2012) establecieron cinco grados de temperatura para estudiar la prevalencia de la hipotermia postanestésica en perros: 1) hipertermia: > 39.5ºC, 2) normotermia: 38.5–39.5ºC, 3) Ligera hipotermia: 36.5–38.49ºC, 4) hipotermia moderada: 34–36.49ºC y 5) hipotermia severa: <34ºC. En dicho estudio observaron que factores tales como el tiempo preanestésico, duración de la anestesia, condición física, el motivo de la anestesia y el decúbito del perro durante la anestesia eran responsables de que un 51.5 % presentaran una hipotermia ligera, un 29.3 % terminaran con hipotermia moderada y un 2.8 % tuvieran una hipotermia severa. Además, la extubación fue más tardía en aquellos pacientes con una temperatura inferior a 34ºC. El mismo grupo de trabajo, Redondo y col. (2012), realizó el mismo estudio y con igual división de rangos de temperatura en gatos. En esta especie, el riesgo de una ligera hipotermia fue del 26.5 %, un 60.4 % para una hipotermia moderada y del 10.5 % en casos de hipotermia severa, todos ellos asociados a factores como la duración de la anestesia, la razón para realizar el procedimiento y el riesgo anestésico. Al igual que los resultados con perros, una reducción de la temperatura suponía un incremento del tiempo de extubación en gatos.

El personal clínico debe evitar el riesgo de hipotermia mediante la actuación en ciertos factores: manejo de la temperatura ambiental, reducir el número de cambios de aire en la habitación, entender que el paciente puede estar inmóvil debido al grado de anestesia o sedación, algunos fármacos que producen vasodilatación favorecen la reducción de la temperatura, la reducción de la motilidad intestinal por el ayuno, las pérdidas por radiación, entender la relación del área de superficie grande con respecto al volumen en animales de tamaño pequeño, las curiosidades de los pacientes neonatos o geriátricos, las pérdidas por evaporación al exponer los tejidos, el uso de fluidos endovenosos o bien en lavados, el rasurado del pelaje y la preparación de la zona donde realizar la cirugía y el uso de gas fresco. Una vez se engloban todos estos factores, el clínico puede llegar a entender que el mejor tratamiento para la hipotermia es su prevención, es decir, reducir el efecto de dichos factores.

Son varios los sistemas que existen en medicina veterinaria para mantener o incrementar la temperatura corporal en el paciente:

  • Lámparas de calor: se debe tener cuidado para evitar lesiones térmicas si se colocan demasiado cerca del paciente. Las lámparas infrarrojas deben estar al menos a 100 cm de la superficie del paciente y asegurarse de que el cable eléctrico no está al alcance del paciente.
Figura 3: Sistema de calentamiento activo mediante uso de manta de circulación de aire caliente usado durante la fase de recuperación en un gato.
Figura 3: Sistema de calentamiento activo mediante uso de manta de circulación de aire caliente usado durante la fase de recuperación en un gato.
  • Almohadillas térmicas eléctricas: Se calientan muy rápido pero son una de las principales causas de quemaduras en pacientes veterinarios. Por ello, se debe colocar suficiente ropa de cama entre el paciente y la almohadilla y así evitar el contacto directo del paciente con la almohadilla.
  • Mantas de circulación de aire caliente: estas mantas hacen circular el aire caliente a través de mantas estériles, desechables y fenestradas. Minimizan el riesgo de necrosis térmica de la piel porque no hay contacto directo del calor. Vienen en varias formas y tamaños y pueden usarse debajo, encima o pueden envolver al paciente. Estas mantas se usan comúnmente durante la anestesia, pero se pueden usar en el periodo de recuperación si el paciente requiere calentamiento (Figura 3).
  • Almohadillas termostáticamente controladas llenas de agua recirculante: se utilizan principalmente en mesas de operaciones y son muy efectivas para calentar a los pacientes. Sin embargo, existe el riesgo de perforar la almohadilla con garras, agujas, etc., haciéndolas menos adecuadas para el periodo de recuperación.
  • Botellas de agua caliente simples, bolsas de líquido intravenoso calentadas o guantes llenos de agua: es importante que el paciente esté protegido del contacto directo con la botella, bolsa o guante, el cual debe estar envuelto en plástico de burbujas o tela. Las bolsas de líquido calentadas deben mezclarse bien antes de usarlas, ya que pueden haber puntos calientes dentro de la bolsa si se han calentado en el microondas. Estos sistemas deben cambiarse regularmente ya que pierden calor con bastante rapidez.
  • Calentadores de la línea de goteo: los calentadores de línea de goteo se pueden usar para calentar la línea de líquido más cerca del paciente.
  • Bolsas reutilizables rellenas de trigo o hueso de cereza: se pueden calentar en microondas y conservar su calor durante varias horas. Es importante proteger al paciente del contacto directo con la bolsa.
  • Incubadoras: son una forma eficaz de calentar al paciente, pero solo son adecuadas para perros y gatos pequeños. El oxígeno se puede administrar a través de un puerto en la incubadora y los pacientes se observan fácilmente.
  • Mantas espaciales de aluminio reflectante y plástico de burbujas: estos son buenos aislantes para pacientes pequeños y se pueden desechar si se ensucian. No proporcionan una fuente de calor como tal, pero reducen aún más la pérdida de calor por radiación en el periodo de recuperación. El plástico de burbujas se puede usar durante la anestesia para cubrir la cabeza, los pies, las extremidades y el cuerpo donde no se requiere acceso.

Analgesia

Aunque en este artículo no vamos a entrar en el múltiple abanico de posibilidades acerca del manejo del dolor, es importante que el personal veterinario esté adecuado al uso de escalas validadas en perros y gatos para determinar el grado de dolor postoperatorio y, por lo tanto, realizar un manejo adecuado y óptimo del mismo durante la fase de recuperación.

Farmacología

En la literatura veterinaria podemos encontrar cierta evidencia del efecto que algunos fármacos producen en la fase de recuperación. El uso de una dosis de 0.5 µg/kg de dexmedetomidina administrada de manera endovenosa previo a la extubación en comparación al uso de salino mejoró los resultados en dos escalas diferentes de medición de la recuperación, pero prolongó el tiempo de extubación en perros sanos sometidos a procedimientos ortopédicos. Sin embargo, la administración en perros de midazolam (0.25 mg/kg endovenoso) como coinductor con propofol en machos o previo a la estimulación nociceptiva en hembras en procedimientos de castración y esterilización derivó en un incremento del tiempo en ponerse de pie, así como en un empeoramiento de la calidad de la recuperación valorada según una escala simple descriptiva. En un estudio en perros bajo anestesia general para la realización de una resonancia magnética observaron que no existían diferencias en cuanto a la calidad de la recuperación cuando comparaban isoflurano, sevoflurano y desflurano, aunque éste último proporcionaba tiempos de extubación y en ponerse de pie significativamente más cortos que con isoflurano y sevoflurano. Al comparar el uso de propofol y alfaxalona como agentes de inducción en perros sometidos a una resonancia magnética, las recuperaciones eran de peor calidad e, incluso, fue necesaria la administración de medetomidina en el grupo con alfaxalona en comparación con aquellos que se indujeron con propofol. Por el contrario, los mismos agentes anestésicos mostraron unas buenas características de recuperación en gatos premedicados que se sometieron a procedimientos cortos, aunque destacando que la inducción con alfaxalona estuvo asociada con más episodios de palpitaciones y temblores durante la recuperación. Es interesante los resultados encontrados cuando se utilizan el propofol o la alfaxalona como anestesia total endovenosa (ATE) en combinación con una infusión continua de ketamina en perros, ya que en el grupo de propofol ayuda a reducir la dosis de la ATE y la calidad de la recuperación es buena, mientras que no sólo no existe beneficio en la reducción de la dosis de alfaxalona, sino que, además, la calidad de la recuperación demostró ser inaceptable.

En un estudio realizado en perros bajo anestesia general y administración de vecuronio (25 µg/kg endovenoso) observaron que la medición del efecto del bloqueante neuromuscular mediante la relación del tren de cuatro (TD4) junto con acelerometría en la extremidad posterior era menor del 20 % cuando el volumen tidal espirado, el flujo inspiratorio y la ventilación minuto eran similares a los valores previos al bloqueo. Además, los autores observaron que cuando el dióxido de carbono al final de la espiración era igual a los datos guardados antes de la administración del vecuroni, el TD4 tenía un valor del 42 %. Por lo tanto, el uso de estas variables ventilatorias como indicador del nivel de la recuperación del bloqueo neuromuscular no despolarizante no pueden usarse en perros anestesiados, y supone un riesgo añadido a producirse una parálisis postoperativa debido a la cantidad residual del bloqueante.

Vómito postanestésico (VPA)

Torrente y col. (2017) encontraron una incidencia de VPA del 6.8 %, siendo un valor bastante inferior a estudios descritos con anterioridad, y que los autores explicaron que era debido al incluir animales de un riesgo anestésico inferior comparados con los de mayor riesgo de los estudios anteriores. En este estudio demostraron que la administración perioperatoria de opioides (morfina, metadona y fentanilo), cambios en la metodología de ventilación (espontánea o presión positiva) o la administración de coloides eran factores de riesgo para la incidencia de VPA. Sin embargo, el uso de acepromacina durante la premedicación ayuda a reducir significativamente el VPA. En el caso de que ocurra un incidente de VPA, el clínico deberá de comprobar la colocación del tubo y el inflado del sistema de neumotaponamiento (especialmente durante el transporte y el posicionamiento), mantener la cabeza inclinada hacia abajo para estimular el drenaje del contenido gastrointestinal lejos de las vías respiratorias, disponer de suministros para la succión y limpieza de faringe y esófago, y examinar la faringe antes de la extubación.

Razas braquicéfalicas

El síndrome de las vías respiratorias braquicefálicas en perros se caracteriza por anomalías anatómicas que incluyen narinas estenóticas, cornetes nasales aberrantes, paladar, sáculos laríngeos evertidos, colapso laríngeo, tráquea hipoplásica de diversa gravedad y colapso bronquial. Además, el síndrome también suele causar obstrucción de las vías respiratorias superiores y cuyos signos clínicos pueden incluir diversos grados de disnea, ronquidos, estridor, intolerancia al ejercicio, regurgitación, vómitos, cianosis, síncope y colapso. En un estudio realizado en perros se demostró que la incidencia de complicaciones postanestésicas era casi cuatro veces mayor en braquicéfalos en comparación con no braquicéfalos, y que los factores que predisponían a este mayor riesgo eran el grado de braquicefalia, el riesgo anestésico, el uso de midazolam en coinducción con ketamina y procedimientos invasivos. A las ya mencionadas complicaciones respiratorias, pacientes braquicéfalos están predispuestos a regurgitación y vómitos, siendo un factor de riesgo para una neumonía por aspiración y, por ello, agravar el cuadro respiratorio.

Escalas

Según la revisión realizada por Wolfe y Hofmeister (2021), en la literatura veterinaria no existe una escala exhaustivamente probada y validada para medir la calidad de la recuperación en perros. Además, el gran desacuerdo entre los estudios sobre el uso de escalas de recuperación da lugar a unos resultados inconsistentes con los instrumentos actuales. Por ello, los autores recomiendan que los investigadores deben examinar detenidamente una escala antes de incluirla en su proyecto de investigación, una escala que asegure que mide la variable adecuada, así como investigar la construcción de la misma para garantizar la mayor confiabilidad.

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