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Uroabdomen por rotura iatrogénica de la vejiga: un reporte de caso en un felino con FLUTD

Resumen breve

Se detalla un caso clínico que ilustra el uroabdomen secundario a una rotura vesical iatrogénica en un paciente felino con enfermedad del tracto urinario inferior felino (FLUTD).

Introducción: el uroabdomen como emergencia médica crítica

El uroabdomen, la presencia de orina en la cavidad abdominal, es una condición común en perros y gatos, frecuentemente asociada a eventos traumáticos, aunque su etiología puede ser variada. Esta afección demanda una estabilización inicial inmediata del paciente para contrarrestar los efectos multisistémicos derivados de las severas alteraciones electrolíticas y metabólicas, que incluyen hiperpotasemia, azotemia y acidosis metabólica. Es crucial reconocer que, si bien el uroabdomen puede requerir una corrección quirúrgica definitiva, su abordaje inicial se considera una emergencia médica, no quirúrgica. La prioridad recae en la estabilización del paciente y la corrección de los desequilibrios metabólicos antes de cualquier intervención definitiva. El diagnóstico se confirma mediante la comparación de los análisis de laboratorio del líquido abdominal y el suero, los cuales revelan concentraciones significativamente elevadas de potasio y creatinina en el derrame peritoneal. Posteriormente, la derivación urinaria resulta fundamental para detener la acumulación de orina, un objetivo que a menudo se logra eficazmente mediante la colocación de una sonda urinaria. Una vez que el paciente alcanza la estabilidad hemodinámica, se procede con pruebas de diagnóstico por imagen para localizar la ruptura de las vías urinarias, cuya intervención quirúrgica, de ser necesaria, se determinará en función de la ubicación y la gravedad del daño.

Etiología y fisiopatología del uroabdomen

El uroabdomen es el resultado directo de una ruptura en las vías urinarias, lo que provoca la extravasación y acumulación de orina en la cavidad peritoneal o retroperitoneal. El derrame uroperitoneal es más prevalente en perros y gatos, con etiologías diversas que abarcan desde traumatismos (p. ej., accidentes de tráfico), obstrucciones del tracto urinario, daño iatrogénico (derivado de procedimientos médicos), hasta la presencia de neoplasias. Las rupturas de las vías urinarias inferiores (uretra, vejiga o uréter distal) suelen generar un derrame uroperitoneal, mientras que las lesiones en el riñón o el uréter proximal dan como resultado un derrame uroretroperitoneal. La consecuencia fisiopatológica inmediata es la hipovolemia, seguida de las ya mencionadas alteraciones electrolíticas y metabólicas, las cuales exigen una estabilización inmediata para prevenir efectos multisistémicos que pueden ser potencialmente mortales.

El traumatismo contuso en el abdomen o la pelvis es la causa más común de uroabdomen, afectando predominantemente a la vejiga urinaria y la uretra. La vejiga es particularmente vulnerable a la ruptura si se encuentra distendida en el momento del impacto. En perros machos jóvenes, se observa una mayor incidencia de rupturas vesicales traumáticas, posiblemente vinculada a su comportamiento ambulatorio y, consecuentemente, a una mayor exposición a accidentes de tráfico. Las fracturas pélvicas también aumentan significativamente el riesgo de uroabdomen, ya que los fragmentos óseos pueden lacerar directamente las vías urinarias. Las rupturas ureterales son comparativamente menos frecuentes debido al menor diámetro y mayor movilidad de los uréteres, así como a su protección anatómica.

Las causas iatrogénicas de uroabdomen suelen implicar traumatismos en la vejiga o la uretra, siendo el desgarro uretral común tras la colocación de una sonda urinaria. La expresión manual de una vejiga excesivamente distendida o la cistocentesis también pueden precipitar rupturas. En gatos machos, la obstrucción uretral, una condición común debido a la longitud y estrechez de su uretra, puede predisponer a rupturas vesicales espontáneas o inducidas durante la cateterización. Las neoplasias vesicales y las laceraciones accidentales durante cirugías abdominales o genitourinarias representan otras causas documentadas.

Entender al uroabdomen como una emergencia médica

Los médicos veterinarios desempeñan un papel integral y multifacético en el manejo del paciente con uroabdomen. Sus responsabilidades abarcan desde el triaje inicial y la estabilización de emergencia del paciente, la asistencia en los procedimientos de diagnóstico por imagen para localizar la lesión y por sobre todo, enfatizar en manejo medico de las anomalías electrolíticas, estando la hiperpotasemia, a la cabecera de los desequilibrios a mitigar de forma expeditiva. Su experiencia y capacidad para la identificación temprana de cualquier complicación emergente son vitales para asegurar el bienestar y el pronóstico favorable del paciente.

Reporte de caso: uroabdomen por rotura iatrogénica de vejiga en un felino con FLUTD

A continuación, se detalla un caso clínico que ilustra el uroabdomen secundario a una rotura vesical iatrogénica en un paciente felino con enfermedad del tracto urinario inferior felino (FLUTD).

Presentación del paciente

Se remitió a consulta un paciente felino macho castrado, de 5 años, con historial clínico de enfermedad del tracto urinario inferior felino (FLUTD), manifestada por disuria, polaquiuria y tenesmo persistente. En las últimas 48 horas previas a la presentación, el propietario había observado anuria, letargo progresivo y anorexia. Al examen físico, el paciente presentaba un abdomen distendido y doloroso a la palpación, hipotermia (Temp rectal 36.8 ºC) bradicardia (120 lpm) y marcada depresión del sensorio.

Diagnóstico inicial y estabilización

Al examen físico, el paciente se encontraba deprimido, con mucosas pálidas y un tiempo de llenado capilar prolongado (>2 segundos), signos compatibles con shock hipovolémico. La vejiga urinaria se palpaba extremadamente distendida y turgente, lo que generaba un dolor significativo. Se procedió a la estabilización inicial mediante fluidoterapia intravenosa agresiva con cristaloides isotónicos y administración de analgesia utilizando un agonista opioide puro. Los análisis de sangre al ingreso revelaron hiperpotasemia severa(K >8.0mmol/l), azotemia marcada (urea >60 mg/dl y creatinina 5.2 mg/dl. Ante la imposibilidad de medir los electrolitos en sangre, siempre debe sospecharse la presencia de hiperpotasemia (Vídeo 1). Un estudio reciente sugiere que la combinación de hipotermia y bradicardia se asocia con un valor predictivo positivo del 98 % para detectar concentraciones de potasio en sangre superiores a 8 mmol/l.

Vídeo 1. Se observan complejos QRS anchos y de morfología alterada, Ausencia de ondas P claras, lo que sugiere que la activación auricular está alterada o no es conducida, ondas T muy prominentes y una frecuencia cardíaca que no supera los 160 lpm. Diagnóstico electrocardiográfico:  ritmo idioventricular acelerado (RIVA) asociado a hiperpotasemia.

Dada la obstrucción uretral y la imposibilidad de desobstrucción con métodos conservadores, se intentó la cateterización uretral. El procedimiento se realizó bajo analgesia sistémica y bloqueo peridural sacrococcígeo, con el fin de proporcionar un control adecuado del dolor y facilitar la relajación uretral. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos y la utilización de una sonda urinaria que seguía los estándares recomendados para felinos, no fue posible avanzar el catéter a través de la uretra debido a la elevada presión intraluminal de la vejiga y la resistencia severa.

Ante esta situación, y dada la necesidad urgente de descomprimir la vejiga y corregir las alteraciones metabólicas potencialmente mortales, se tomó la decisión de realizar una talla vesical (cistocentesis percutánea). Es importante destacar que, previo a este procedimiento, se controló activamente la hiperpotasemia del paciente mediante la administración de gluconato de calcio intravenoso y una infusión de dextrosa con insulina, buscando estabilizar la función cardíaca y promover el desplazamiento de potasio intracelularmente.

Durante la realización de la talla vesical, la punción de la vejiga con la aguja falló en su propósito de drenar la orina eficazmente debido a la gran tensión y la fragilidad de la pared vesical. En ese mismo instante, se percibió una disminución abrupta de la resistencia y un flujo repentino de orina, seguido por un cese inmediato del flujo a través de la aguja y una reducción de la distensión abdominal. Este hallazgo, en el contexto de una vejiga previamente muy distendida, generó la fuerte sospecha de una rotura iatrogénica de la vejiga urinaria durante el procedimiento. La presión intraluminal extrema de la vejiga, exacerbada por la obstrucción prolongada, había comprometido significativamente la integridad de su pared, haciéndola susceptible a la perforación incluso con una manipulación cuidadosa.

Confirmación del uroabdomen y manejo de complicaciones

La sospecha de rotura vesical se confirmó rápidamente. Una ecografía abdominal de punto de atención (POCUS) reveló la presencia de una cantidad significativa de líquido libre en la cavidad abdominal (Figura1A-B) y, además, se observó una pequeña lesión en la pared de la vejiga compatible con una perforación (Figura 2; Vídeo 2) . Se realizó una abdominocentesis, extrayendo un líquido de color ámbar. El análisis bioquímico de este líquido evidenció una concentración de creatinina abdominal que era 6 veces superior a la sérica, y una concentración de potasio abdominal 2.5 veces superior a la sérica, confirmando de manera definitiva el uroabdomen.

Figura 1. (A) El ultrasonido abdominal se realizó con un ecógrafo marca Mindray Z60 , se utilizó un transductor microconvexo multifrecuencia para hacer un A-FAST (Focused Abdominal Sonography for Trauma) , resultando positivo en 2 de los 4 cuadrantes.  (B) Se tomaron las medidas pertinentes del riñón izquierdo.A

Figura 1. (A) El ultrasonido abdominal se realizó con un ecógrafo marca Mindray Z60 , se utilizó un transductor microconvexo multifrecuencia para hacer un A-FAST (Focused Abdominal Sonography for Trauma) , resultando positivo en 2 de los 4 cuadrantes.  (B) Se tomaron las medidas pertinentes del riñón izquierdo.

B
Figura 2. Se utiliza una sonda lineal de 12 MHz para obtener mayor detalle. La vejiga esta parcialmente distendida, en su pared en la zona del fundus se identifica una solución de continuidad de bordes irregulares, que sugiere ruptura vesical . Se evidencia también líquido libre abdominal.

Figura 2. Se utiliza una sonda lineal de 12 MHz para obtener mayor detalle. La vejiga esta parcialmente distendida, en su pared en la zona del fundus se identifica una solución de continuidad de bordes irregulares, que sugiere ruptura vesical . Se evidencia también líquido libre abdominal.

Vídeo 2. Se exploró la vejiga con un transductor lineal de 12 MHz. Presentaba una distensión moderada y una pérdida de continuidad en la pared del fundus, compatible con rotura. El área afectada mostraba bordes irregulares.

Los médicos veterinarios confirmaron que, aunque el uroabdomen a menudo requiere una corrección quirúrgica, su manejo inicial es una emergencia médica que prioriza la estabilización de los desequilibrios sistémicos. La hiperpotasemia, en particular, representaba una amenaza cardíaca inminente, lo cual fue evidenciado por cambios en el ECG (bradicardia, ondas T picudas y prolongación del intervalo PR). Para manejar esta complicación, la sonda utilizada para la talla vesical, al confirmar la perforación y el uroabdomen, fue deliberadamente mantenida en el abdomen para aprovechar su colocación. Este catéter se utilizó inmediatamente para evacuar continuamente la orina de la cavidad peritoneal, lo que contribuyó a reducir la reabsorción de toxinas y electrolitos. Este drenaje continuo permitió la realización de lavajes peritoneales y sesiones de diálisis peritoneal como medida de soporte vital, facilitando la estabilización del paciente.

Manejo definitivo

Una vez que el paciente fue estabilizado (resolución de la hiperpotasemia y acidosis metabólica, y mejora de la perfusión), lo que incluyó el manejo activo de la hiperpotasemia y la azotemia mediante los lavajes y diálisis peritoneales a través de la sonda abdominal, se procedió a la introducción de un catéter urinario a través del pene (Figura 3).

Figura 3. Una vez lograda la estabilización del paciente y reducida la presión intravesical, se colocó una sonda permanente en la vejiga mediante un procedimiento cuidadoso, evitando causar mayor trauma en el pene.

Figura 3. Una vez lograda la estabilización del paciente y reducida la presión intravesical, se colocó una sonda permanente en la vejiga mediante un procedimiento cuidadoso, evitando causar mayor trauma en el pene.

Con la vejiga vaciada y la presión intravesical reducida por el drenaje peritoneal, se pudo colocar exitosamente una sonda urinaria a través del pene, lo que no había sido posible inicialmente debido a la alta presión intravesical.

Se mantuvo este catéter urinario para asegurar el drenaje y se monitoreó estrechamente la producción de orina, no solo para garantizar una correcta fluidoterapia, controlando ingresos vs egresos, sino también, para poner en evidencia la diuresis posobstructiva, situación que afecta a un porcentaje elevado de pacientes. El animal recibió fluidoterapia intravenosa continua, analgesia multimodal y terapia antimicrobiana profiláctica. La recuperación posoperatoria transcurrió sin mayores complicaciones. El catéter urinario se retiró a las 72 horas, momento en el cual el paciente comenzó a orinar espontáneamente en la bandeja sanitaria. Una ecografía de control realizada a los pocos días no evidenció derrame abdominal residual, confirmando la resolución del uroabdomen y la cicatrización de la pequeña lesión vesical.

Discusión y conclusiones

Este caso clínico resalta una complicación grave, aunque infrecuente, de la talla vesical en felinos que presentan obstrucción uretral secundaria a FLUTD. La anatomía específica de la uretra felina, particularmente en machos, con su estrechez y la angulación pronunciada en la unión peneanopélvica, los predisponen a sufrir traumas iatrogénicos durante la inserción de catéteres. La rotura de una vejiga distendida durante el proceso de desobstrucción ya sea por una presión intraluminal excesiva o por el trauma directo de una sonda o aguja, es un riesgo reconocido. La talla vesical es un factor determinante en la susceptibilidad a la perforación; una vejiga severamente distendida y tensa, producto de una obstrucción prolongada, ve comprometida la integridad de su pared, haciéndola vulnerable incluso a fuerzas mínimas durante el sondeo o la punción. Por lo tanto, la evaluación cuidadosa del grado de distensión vesical y la aplicación de una técnica de cateterización o talla vesical extremadamente delicada son fundamentales para mitigar este riesgo.

La importancia de reconocer el uroabdomen como una emergencia médica inicial es fundamental. La estabilización sistémica del paciente, que incluye la corrección rigurosa de las alteraciones electrolíticas y metabólicas, debe preceder invariablemente a la intervención quirúrgica definitiva para optimizar el pronóstico y minimizar los riesgos anestésicos y quirúrgicos. El manejo temprano de las complicaciones vitales y la pronta implementación de una derivación urinaria temporal son pilares esenciales en la reducción de la morbilidad y la mortalidad asociadas a esta condición. Este caso subraya la imperiosa necesidad de aplicar una técnica de cateterización o talla vesical meticulosa, considerar la talla vesical como un factor de riesgo crucial, mantener un alto índice de sospecha ante cualquier cambio inesperado durante el procedimiento y asegurar una rápida confirmación diagnóstica, complementado por un abordaje terapéutico integral por parte del equipo médico veterinario.

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