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Escalas de dolor agudo en pequeños animales (Parte I)

Resumen breve

La medicina veterinaria cada vez da mayor importancia al concepto de bienestar animal, y el correcto tratamiento del dolor es hoy en día un aspecto fundamental de los cuidados veterinarios en todas las especies. En el caso de los pequeños animales, tanto es así que desde el año 2003 la American Animal Hospital Association incluyó el dolor como cuarta constante vital (junto al pulso, respiración y temperatura) y exigió la introducción de medidas eficaces de reconocimiento y evaluación del…

Introducción

La medicina veterinaria cada vez da mayor importancia al concepto de bienestar animal, y el correcto tratamiento del dolor es hoy en día un aspecto fundamental de los cuidados veterinarios en todas las especies. En el caso de los pequeños animales, tanto es así que desde el año 2003 la American Animal Hospital Association incluyó el dolor como cuarta constante vital (junto al pulso, respiración y temperatura) y exigió la introducción de medidas eficaces de reconocimiento y evaluación del dolor en sus hospitales asociados.

Por lo tanto, la capacidad para medir el dolor de una manera fiable y válida es el primer paso para conseguir un manejo analgésico efectivo de los pacientes en el día a día de la clínica veterinaria. Sin embargo, las dificultades para conseguir medir el dolor en animales son muchas. Para empezar, hay que tener presente las diferencias entre especies y razas a nivel fisiológico y de temperamento. Se sabe que cada especie manifiesta alteraciones del comportamiento en relación con la existencia del dolor de forma única, lo que significa que no se pueden aplicar a otra especie. Asimismo, las diferencias de raza también son evidentes frente a los cambios de comportamiento debidos a presencia de dolor. Por lo tanto, los instrumentos para medir el dolor deben diseñarse para especies específicas.

El reconocimiento del dolor en los animales ha sido siempre un reto, fundamentalmente debido a su incapacidad para la comunicación verbal. Aunque este es el principal desafío a la hora de evaluar el dolor, la imposibilidad de evaluar una experiencia subjetiva, influida por factores tanto biológicos como psicológicos supone otro. Durante mucho tiempo la propia existencia de dolor en los animales, o incluso la posibilidad de que este mecanismo fisiológico fuese capaz de generar sufrimiento, fue cuestionada. Sin embargo, hoy en día ya se ha demostrado que estos poseen en su sistema nervioso estructuras similares a las responsables de la experiencia dolorosa en las personas. Gracias a numerosas evidencias neurofisiológicas y neuroanatómicas se sabe que los mecanismos de transducción, transmisión, modulación y percepción de los estímulos dolorosos son muy similares a los hallados en humanos. Por lo que la suposición de que los animales también son capaces de padecer dolor debido a la similitud de sus mecanismos dolorosos resulta lógica.

La autoidentificación del dolor, y su posterior comunicación verbal, son el estándar habitual para la evaluación del dolor en los pacientes humanos. Sin embargo, no todos los humanos pueden hacerlo, como por ejemplo los adultos con déficit cognitivo de algún tipo o los pacientes pediátricos no verbales. En estos casos, deben ser los cuidadores los que actúen como intermediarios para reconocer e interpretar los indicadores conductuales del dolor. Igualmente, en medicina veterinaria suelen ser los veterinarios los encargados de identificar y evaluar los cambios comportamentales asociados a la presencia de dolor de tipo agudo. Por otro lado, cuando se trata de dolor crónico el propietario debe ejercer de evaluador principal, ya que únicamente alguien muy familiarizado con el animal es capaz de identificar los graduales y, a veces, sutiles cambios de comportamiento. Asimismo, hay que tener muy presente también el efecto que el ambiente de observación ejerce sobre los animales, ya que cambios sutiles de comportamiento pueden no ser evidentes en un entorno clínico donde el animal puede enmascararlos por miedo o ansiedad.

En definitiva, el diseño de un instrumento que mida el dolor conlleva el reto de desarrollar una herramienta que sea científicamente eficaz y fiable. En el campo de la medicina humana, se ha recurrido al uso de métodos psicométricos (que habían sido empleados por primera vez en psiquiatría con el objetivo de medir la depresión y la ansiedad mediante el uso de cuestionarios de construcción estructurada y validación estadística). De hecho, la metodología empleada para diseñar instrumentos psicométricos está bien establecida y comprende una serie de fases bien definidas. Estos se desarrollan y validan en base a las peculiaridades de una especie en concreto, teniendo en cuenta las características fisiopatológicas del tipo de dolor subyacente y en base al valor etimológico de los descriptores en un idioma definido. En definitiva, este instrumento tiene que estar específica y exclusivamente diseñado para un tipo de dolor (agudo o crónico), para una especie animal (canina, felina, equina, etc.) y para un idioma concretos (se debe siempre usar una traducción validada).

Escalas dolor agudo

Primeros sistemas de evaluación del dolor

En un primer momento se intentó basar la identificación y evaluación del dolor en la existencia de medidas objetivas. Con las mediciones objetivas lo que se cuantificó fueron las respuestas fisiológicas y bioquímicas a los estímulos nociceptivos.
Hoy en día se sabe que cuando un animal experimenta una sensación de dolor, se producen una serie de alteraciones en los parámetros fisiológicos (por ejemplo, un aumento de la frecuencia cardíaca, respiratoria o presión arterial, cambios en el diámetro pupilar, palidez de mucosas y aumento del tiempo de relleno capilar, entre otros). A nivel bioquímico, también se producen una serie de alteraciones de los valores de la analítica sanguínea que se traducirán en elevaciones de los niveles de glucosa en sangre, acompañada o no de neutrofilia y linfocitosis. Otros parámetros laboratoriales que durante muchos años se han considerado indicadores indirectos de dolor son hormonas como el cortisol o catecolaminas como la adrenalina y noradrenalina. El problema con estos parámetros se encuentra en su poca especificidad, ya que son parámetros que pueden alterarse por muchas causas muy distintas, como el miedo o el estrés, no sólo por el dolor. Por lo tanto, el hecho de que estos parámetros estén alterados o los niveles de estas sustancias aumentados, nunca podrá saberse con certeza absoluta si se debe a la existencia de dolor o al miedo y/o estrés ocasionado por las circunstancias en las que se encuentra el paciente.
En un segundo momento, se intentó aprovechar la existencia de cambios conocidos y significativos a nivel comportamental y emocional cuando un animal experimenta dolor. A pesar de tratarse de parámetros subjetivos, las alteraciones del comportamiento han sido reconocidas como indicadores potenciales de dolor en animales durante muchos años. Estos incluyen cambios en el comportamiento, la agresividad, la sumisión, el temor, la inquietud, el letargo, la actividad, la curiosidad, la vocalización, la automutilación, el apetito, la bebida, la micción, el aseo y el comportamiento social. Sin embargo, no son signos patognomónicos de dolor y presentan un elevado grado de subjetividad en su interpretación.

Escalas unidimensionales o subjetivas

Hace varias décadas se crearon las primeras escalas de dolor para la identificación y cuantificación de dolor agudo. Se trata de escalas unidimensionales simples tales como:

  • Escalas de calificación numérica (Numerical Rating Scales, NRS)
  • Escalas descriptivas simples (Simple Descriptive Scale, SDS)
  • Escala analógica visual (Visual Analogous Scale, VAS)
  • Evaluación dinámica e interactiva (Dynamic and Interactive Visual Analog Scale, DIVAS)

La existencia de criterios puramente subjetivos representa la principal limitación del uso de este tipo de escalas, ya que (por motivos obvios) no pueden ser evaluados y reportados por el propio sujeto, y debe ser un observador externo el que asigne una intensidad de dolor en base a su experiencia y criterio. De hecho, se suele sugerir que, cuando se emplean estas escalas, sea siempre el mismo evaluador el que realice todos los procedimientos de caracterización del dolor en un mismo paciente. Por otro lado, estas escalas no suelen estar ni estandarizadas ni validadas y, puesto que presentan un número limitado de opciones de respuesta, brindan información insuficiente, especialmente cuando se usan para medir un fenómeno multidimensional y complejo como es el dolor. Por todo ello se hizo necesario recurrir a un instrumento más sólido y robusto, que permitiera evaluar de forma psicométrica las diferentes dimensiones de un fenómeno tan complejo como es el dolor.

  • Escalas de calificación numérica (NRS): se trata de la división de una línea horizontal en 10 segmentos, en la que el nivel 0 representa la ausencia de dolor y el nivel 10 representa la presencia de dolor máximo. Entre sus ventajas, se encuentra el hecho de que tiene en cuenta diversos aspectos (como parámetros locomotores, fisiológicos o la vocalización). Entre sus desventajas, el hecho de que esta escala no permita las puntuaciones decimales, por lo que se clasifica como una escala discontinua, pudiendo dar lugar a errores estadísticos.
  • Escalas Descriptivas Simples (SDS): su uso se basa en la asignación de diferentes grados o categorías de dolor previamente definidas, de forma tal que el valor 0 se corresponda a “sin dolor”, el 1 a “nivel medio”, el nivel 2 a “nivel moderado” y el 3 a “nivel severo”. Su principal desventaja se basa en la baja sensibilidad de esta escala a la hora de detectar posibles cambios en las intensidades del dolor.
  • Escala analógica visual (VAS): mediante una línea recta de 100 mm de longitud se representan en ambos extremos los valores de 0-ausencia de dolor y de 100-dolor máximo. El evaluador correlaciona el nivel de dolor que pueda experimentar el animal y lo representa en esta línea. La principal limitación de su uso se basa en la falta de certeza de existencia de relación lineal entre los valores representados y las posibles intensidades dolorosas.
  • Evaluación dinámica e interactiva (DIVAS): se trata de la versión mejorada de la VAS, que incorpora una evaluación dinámica interactiva. Primero se observa al paciente sin ser molestado, luego se evalúa al acercarse, manipularse, durante la palpación y mientras camina. Estas distintas fases se clasifican como:
    • DIVAS I: observación del animal desde cierta distancia.
    • DIVAS II: acercamiento al animal e interacción con este.
    • DIVAS III: auscultación y exploración de la zona lesionada.

Como en el VAS, la puntuación se realizar sobre una línea de 100 mm. La incorporación de la interacción con el paciente supone una clara mejora de la escala, ya que el dolor puede pasar desapercibido si se basa únicamente en la observación sin interacción. De hecho, los animales pueden tener una puntuación de dolor baja cuando se usa solo la observación visual ya que es posible que el malestar del animal no se detecte hasta que el evaluador realiza la segunda fase (interacción) ola tercera fase (palpación).

Escalas multidimensionales u objetivas

Las escalas objetivas o multidimensionales o compuestas se basan en una evaluación global de numerosos componentes, aumentando la sensibilidad y especificidad debido a los múltiples factores que se tienen en cuenta, mejorando, por lo tanto, los resultados obtenidos. De hecho, a diferencia de las escalas unidimensionales que evalúan únicamente el componente sensorial-discriminativo del dolor, las escalas multidimensionales objetivas también tienen en cuenta el componente afectivo-cognitivo del dolor, suponiendo así un avance respecto a las escalas unidimensionales.

Asimismo, las escalas multidimensionales incorporan otro importante factor a la hora de la evaluación del dolor: la repetibilidad de las medidas a partir de diferentes evaluadores.

Por último, este tipo de escalas actualmente presenta una ventaja clínica añadida, ya que la puntuación se puede vincular a un nivel de intervención que guía al usuario en cuanto a la necesidad de proporcionar tratamiento analgésico.

Aplicación clínica de las escalas de dolor

Cualquier sistema de evaluación del dolor debe ser rápido y de fácil manejo para su uso clínico, debido a que el tratamiento adecuado del dolor depende de su evaluación a partir de métodos fiables y validados. El gran desafío en la actualidad es educar a los veterinarios para que conozcan la existencia de estas escalas y entiendan el enfoque psicométrico que debe adoptarse para llevar a cabo una correcta evaluación del dolor. De hecho, las habilidades que el evaluador posea para el uso de las escalas, son igual de importantes que la calidad de las propias escalas. Por todo ello, es fundamental que se familiaricen con sus ventajas y limitaciones y aprendan a usarlas y aplicarlas. Por lo tanto, se debe ser consciente de que la mayoría de las escalas para evaluar el dolor van a requerir una curva de aprendizaje, eliminando el riesgo de que sean usadas de forma inapropiada, conduciendo a resultados deficientes.

La frecuencia con la que se evalúa el dolor debe establecerse según determinados criterios como la respuesta del animal a la administración de analgésicos, el juicio clínico y, fundamentalmente en función de la intensidad del dolor observada en la primera evaluación (como por ejemplo al finalizar una cirugía). Teniendo en cuenta valores individuales como la edad, el temperamento, la hospitalización y las condiciones médicas en las que se encuentre, así como los fármacos y las técnicas analgésicas utilizadas, en pequeños animales se suele pautar el chequeo de presencia de dolor cada 2 horas (con la consiguiente intervención clínica analgésica asociada si la escala así lo determina). De esta forma se garantiza la comodidad, la mejoría del paciente y el correcto seguimiento hasta que sea dado de alta. En determinadas situaciones, como aquellas en las que se requieren intervenciones de rescate, la evaluación del dolor podría tener que repetirse en un intervalo más corto, como cada hora tras la aplicación de la terapia analgésica.

Por último, es importante recalcar que esta herramienta no debe ser la única forma de establecer cuando un paciente necesita analgesia, sino que debe formar parte de la evaluación general del paciente junto con el juicio clínico. Por tanto, no se debe negar el tratamiento analgésico a ningún paciente basándose únicamente en la obtención de una puntuación baja en una escala de dolor (por muy sofisticada, perfeccionada y validada que esté).

Escalas de dolor agudo en perros

Actualmente hay una única escala de dolor agudo validada en perros, la Escala de Glasgow CMPS-SF.

Aquellas escalas que no han sido completamente validadas como la Escala de Dolor de la Universidad de Melbourne o la Escala de Dolor Canino de la Universidad de Colorado (CSU-FAPS) no deberían emplearse, pero es cierto que su uso es aún muy extenso y frecuente. Por lo tanto, serán descritas en esta revisión, a pesar de no recomendarse su uso clínico.

  • Escala de Dolor de la Universidad de Melbourne

Esta escala se desarrolló siguiendo el modelo de la NRS, pero de forma multidimensional, con el objetivo de evaluar el dolor posoperatorio en pacientes caninos, teniendo en cuenta su comportamiento y variables fisiológicas.

En esta escala se incluyen seis categorías que valoran: las constantes fisiológicas tanto de frecuencias cardíaca y respiratoria, como de temperatura rectal, salivación y dilatación pupilar; la respuesta a la palpación del paciente; su actividad; su postura, así como la presencia de vocalizaciones y los cambios en estado emocional. Cada uno de estos parámetros llevan asignados una serie de descriptores a los que se asocia un valor numérico en base a la intensidad del dolor asociado a cada uno de ellos para cada parámetro evaluado. Como en el resto de las escalas, la persona encargada de evaluar el dolor del paciente (el evaluador) será la que asigne la puntuación correspondiente tras haberle observado. A continuación, se detallan los parámetros que se tienen en cuenta a la hora de usar esta escala:

    • Los parámetros fisiológicos son un aspecto muy importante de esta escala, que no se incluyen en el resto de las herramientas vistas. Tras su evaluación se puede obtener una puntuación de 0 a 11, obteniéndose esta cifra tan elevada solo si el perro presentara midriasis, un incremento de la FC de más del 100 % respecto a la FC basal, y de menos del 100 % de la FR respecto a la basal; salivación, y un aumento de la temperatura rectal en relación con el rango normal de referencia.
    • Respecto a la respuesta a la palpación, la puntuación puede ir de 0 a 3.
    • La actividad, se puede evaluar como: en descanso, durmiendo o semiconsciente, que sería una puntuación de 0; en descanso pero despierto, que sería un 1; agitado, o revolcándose y golpeándose, a lo que le correspondería una puntuación de 2 y 3 respectivamente. En el caso de que el paciente se encuentre comiendo la puntuación asignada también será igual a 0.
    • El estado mental se puede definir como sumiso, puntuación de 0; amistoso, puntuación de 1; miedoso, puntuación de 2, o agresivo, puntuación de 3.
    • Respecto a la postura, hay que tener en cuenta también si el animal se encuentra sentado o parado, moviéndose, o con una postura anómala o postura antiálgica (como por ejemplo, la postura de rezo).
    • Finalmente se evalúa la vocalización, desde 0 si no vocaliza, pasando directamente al 2 si vocaliza cuando es tocado o de manera intermitente, y al 3 si se encuentra vocalizando continuamente.

El uso de esta escala comienza con la observación previa del animal por parte del evaluador, asignando un valor a cada uno de los seis parámetros evaluados en esta escala. Como requisito es necesario el conocimiento del comportamiento habitual del animal, así como que el animal pueda desarrollar sus comportamientos sin restricción o limitación alguna, por lo que esta escala no es útil en animales sedados. Tras la valoración de todos los parámetros y la asignación de un valor numérico a cada descriptor elegido, se obtiene una puntuación global final. Esta puntuación final se puede dividir en: 1-5, dolor leve; 6-13, dolor moderado; 14-21, dolor intenso y 21-27, dolor insoportable. La intervención clínica de administración de analgesia es necesaria para puntuaciones ≥ 10.

La principal ventaja respecto a las escalas unidimensionales es que, gracias a la utilización de diversos factores, proporciona mayor sensibilidad y especificidad, y menor sesgo derivado de la persona que evalúa. Por otro lado, su principal inconveniente es que debido a que es necesario conocer el comportamiento habitual del paciente en ausencia de fármacos, no se puede utilizar en animales sedados o anestesiados; además, los parámetros fisiológicos que se tienen en cuenta no han sido validados; y se ha demostrado que tras evaluaciones de un mismo paciente por distintos evaluadores se obtienen puntuaciones muy diferentes, lo que muestra la dificultad de su interpretación y su elevada subjetividad.

Figura 1. Escala de Melbourne.
Figura 1. Escala de Melbourne.
  • Escala de dolor agudo canino/felino de la Universidad Estatal de Colorado (CSU-FAPS)

Esta herramienta, como su propio nombre indica, es una escala específica de perros y gatos, sin embargo, es importante hacer hincapié en que no se trata de una única escala que evalúa tanto a perros como a gatos, si no que existen dos escalas distintas, una para el paciente canino y otra para el felino.

Se trata de una escala diseñada para la evaluación del dolor agudo y, como ya se ha comentado, presenta dos versiones muy similares una destinada a su uso en perros y otra destinada a su uso en gatos. Los parámetros que se evalúan son los siguientes: psicológicos/conductuales, respuesta a la auscultación y, por último, la rigidez del cuerpo que se valora según una escala unidimensional SDS. Por lo tanto, lo que hace esta escala es combinar el uso de una escala unidimensional para el análisis postural con la observación conductual compuesta para el resto de parámetros. En general, los descriptores de cada parámetro presentan puntuaciones asociadas que varían del 0 al 4 en función de la actitud, el comportamiento y la respuesta a la palpación. Para facilitar el análisis de los evaluadores a la hora de identificar el nivel de dolor percibido en función de las posturas adoptadas por el animal, esta escala incluye varias representaciones gráficas y esquemas que buscan guiar al observador. También consta de diagramas con diferentes posiciones corporales para poder delimitar las áreas dolorosas que presenten un aumento de la tensión o de la temperatura. Una puntuación de 0 indica que el animal está cómodo, pudiendo representar un dolor mínimo, mientras que la máxima puntuación se atribuye a vocalizaciones, inmovilidad y agresividad. Se recomienda que puntuaciones con ≥ 2 de dolor moderado-severo sean consideradas el punto de corte para la intervención clínica.

Dentro de los signos psicológicos/conductuales se incluyen ítems muy variados, desde: “cómodo o contento”, que entrarían dentro de una puntuación de dolor de este parámetro menor a 1, a “continuamente gritando”, que indicaría la mayor expresión de dolor en esta categoría, con una puntuación de 4. Respecto a la respuesta a la palpación, varía desde la reacción a la palpación de la zona dolorosa mirándola o retirándola, hasta el llanto al palpar una zona no dolorosa, lo que evidentemente sería signo de mayor dolor. Por último, en cuanto a la tensión corporal, se evalúa con descriptores como “mínima”, “leve”, “leve a moderada”, “moderada”, y finalmente de “moderada a severa”.

Sin embargo, hay que recordar que esta escala no se desarrolló siguiendo principios psicométricos ni fue validada posteriormente a su desarrollo. Sin embargo, es muy frecuentemente usada en algunos países por su simplicidad de aplicación.

Figura 2. Escala de Colorado.
Figura 2. Escala de Colorado.
  • Escala del dolor compuesta de Glasgow (Glasgow Composite Measure Pain Scale en inglés, o GCMPS)

Aunque la GCMPS es propia de la medicina veterinaria, es muy importante recordar que se diseñó a partir del cuestionario de dolor humano de McGill (un referente entre las escalas de dolor humanas). Esta variante veterinaria fue desarrollada a partir de principios psicométricos (es decir, que mide variables psicológicas) en base a escalas humanas, pero fue diseñada por veterinarios que incluyeron las conductas que consideraron oportunas para valorar el dolor agudo relacionado con cirugías tanto traumatológicas como de tejidos blandos, así como el dolor causado por patologías de naturaleza puramente médica. La GCMPS fue la primera escala validada en veterinaria y ha sido una de las más usadas hasta la aparición de su versión corta.

Cuando una escala se desarrolla a partir de principios psicométricos, como es el caso, frecuentemente se hacen pruebas para determinar si cumple con el objetivo al que está destinada. En este caso, fueron más de 500 veterinarios los que participaron en los estudios de validación de esta escala. Su creación supuso un antes y un después del mundo de las escalas de dolor en pequeños animales.

La escala de Glasgow (para abreviar su nombre), se presenta como un cuestionario en el que se evalúa principalmente el comportamiento del paciente, teniendo en cuenta tanto comportamientos espontáneos como evocados, así como interacciones con el animal y observaciones clínicas. De hecho, en esta escala se evalúan siete parámetros: comportamiento y reacción a la interacción con las personas, postura, movilidad, actividad, respuesta a la palpación, tratamiento del área dolorosa y vocalizaciones. Por cada una de estas categorías, se encuentran varios descriptores entre los que el evaluador debe seleccionar el que más se asemeja al comportamiento del animal. Cada descriptor lleva asociado un valor numérico. Asimismo, El objetivo de la GCMPS es, como en el resto de las escalas, evaluar y puntuar el dolor del paciente. En este caso al utilizar distintos parámetros medibles, esto se hace de forma objetiva.

Para que su uso clínico sea eficaz es importante poder llevar a cabo la evaluación de forma rápida. En general, los siete parámetros mencionados anteriormente están distribuidos en 4 categorías (A, B, C, D).

En primer lugar, se debe observar al perro en la jaula, tanto su comportamiento como su actitud frente a la herida o zona dolorosa si la hay. Respecto al primer parámetro de la categoría A (“i”), los descriptores incluyen tranquilo, llorando, gimiendo o gritando; respecto al segundo parámetro (“ii”), el animal puede ignorar la zona dolorosa, mirarla, lamerla, frotarla o morderla. La asignación de valor numérico va asociado a la intensidad del dolor, es decir, si por ejemplo, el animal ignora el área dolorosa, ese descriptor lleva asociado un valor numérico de 0, en cambio, si el animal se lame esa zona, se asocia un valor numérico de 2 puntos a ese descriptor.

En segundo lugar, se observa el comportamiento del animal al salir de la jaula (categoría B, parámetro “iii”), prestando especial atención a si cojea. Hay distintas opciones que se pueden marcar según como el perro se levante y camine: puede que camine normal, que cojee, que se mueva de forma lenta o reducida, que se muestre rígido o que se niegue a moverse (de menor a mayor puntuación). Hay que recordar que, en caso de que el paciente presente movilidad reducida o directamente no sea ambulatorio por su patología, esta categoría se ignora y se pasa a la siguiente.

En tercer lugar, se continúa con la categoría C y el parámetro “iv”, el único incluido en esta categoría. Para puntuar esta vez, se aplica presión cerca de la zona dolorosa y se anota si hay alguna alteración en el comportamiento. Por último, se describe la actitud del paciente, con dos parámetros que se incluyen en la categoría D (“v” y “vi”): primero se anota si el paciente se muestra contento, tranquilo, indiferente, nervioso o deprimido; y finalmente si se percibe que está cómodo, inestable, inquieto, si se ve que está encorvado o rígido.

Después de observar y anotar todo lo anterior, se suman los puntos obtenidos en las distintas categorías. Lógicamente, a mayor puntuación, mayor dolor será el que esté experimentando el animal, por lo tanto, un paciente encorvado tendrá más dolor que aquel al que se le vea cómodo en general, convirtiendo indirectamente la descripción de “encorvado”, en una característica comportamental de dolor.

  • CMPS-SF (CMPS-Short Form)

Esta escala se diseñó con el objetivo de evaluar el dolor agudo de forma rápida en un entorno clínico, mejorando así la utilidad de la GCMPS (cuyo principal inconveniente era el tiempo necesario para ser completado). De esta forma, la versión corta de la GCMPS además de válida y fiable, es práctica y fácil de administrar, calificar e interpretar, características imprescindibles para que una herramienta clínica sea útil.

Entre otras modificaciones, en la CMPS-SF, se eliminaron las definiciones que acompañaban a la GCMPS, disminuyendo así el tiempo para completar la puntuación de 10 a 2 minutos.

Figura 3. Escala Glasgow CMPS-SF.
Figura 3. Escala Glasgow CMPS-SF.

Para la evaluación del dolor agudo, la CMPS-SF tiene en cuenta 6 categorías de comportamiento, con un total de 30 descriptores. Al igual que la GCMPS, cada descriptor, tiene un valor numérico asignado, que el evaluador debe seleccionar según el dolor que cree el paciente experimenta. Después, se suman todas las puntuaciones obtenidas para determinar la valoración global del dolor. El score final llega hasta 24 si el paciente es ambulatorio, y hasta 20 si es no ambulatorio y la movilidad no se puede evaluar, eliminando entonces de la puntuación la categoría B (en ambos casos desde 0).

El punto de corte que indica que la intervención clínica es necesaria, cuando la puntuación obtenida es mayor o igual a 6 en el caso de que se pueda evaluar la movilidad, o mayor o igual a 5 en el caso de que no sea posible la evaluación de movilidad. La intervención clínica consiste simplemente en administración de analgesia (la clínica y farmacológicamente adecuada para cada paciente en concreto).

Por último, hay que hacer una serie de incisos en relación con la CMPS-SF (que son extensibles a la gran mayoría de escalas multidimensionales). Estos incisos hacen referencia a su exclusividad: exclusividad de idioma (están validadas para su uso textual en un idioma concreto), exclusividad de especie (las escalas caninas únicamente deben ser usadas para evaluar el dolor en perros, de hecho, los gatos tienen sus propias escalas…como se verá en el siguiente artículo) y exclusividad de tipo de dolor (están validadas para su uso en la evaluación de cuadros con dolor de tipo agudo, y no crónico).

En relación al tema lingüístico, para que las escalas puedan ser usadas internacionalmente por usuarios con distintas lenguas nativas, la traducción de la CMPS-SF ha sido validada al Francés, Español, Alemán, Italiano, Noruego y Sueco. De hecho, es de vital importancia que los conceptos se traten de la misma forma que en la forma original de la escala. Para ello, se debe pasar por un proceso de traducción y validación muy complejo, que consta de tres etapas que aseguren que la traducción equivale conceptualmente a la versión original y que es psicométricamente comparable. En una primera etapa se suele realizar una traducción “hacia delante”, en la que varios lingüistas de lengua a la que se quiere traducir la escala traducen la versión inglesa a esa nueva lengua. En una segunda etapa, se suele realizar una traducción “hacia atrás” en la que tres traductores de lengua inglesa traducen la versión al idioma original de nuevo (inglés). Y finalmente se lleva a cabo un estudio piloto con veterinarios nativos en la lengua a la que se quiere traducir la escala, para poner a prueba la versión traducida de la CMPS-SF.

La escala CMPS-SF está disponible de forma gratuita y abierta en la website de Newmetrica (https://www.newmetrica.com/acute-pain-measurement/).

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