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Indicadores comportamentales y psicológicos de estrés en un conejo hospitalizado

Resumen breve

El bienestar animal es un estado de salud física y mental, donde el organismo satisface sus necesidades específicas o etológicas (Ramírez, 2009). El FAWC (Farm Animal Welfare Council) propuso en 1992 cinco requisitos que deben cumplirse para garantizar este bienestar animal: la ausencia de hambre y sed crónicas; la ausencia de incomodidad física y térmica; la ausencia de dolor, enfermedades y lesiones; la posibilidad de mostrar una conducta normal; así como la ausencia de miedo y estrés…

Introducción

El bienestar animal es un estado de salud física y mental, donde el organismo satisface sus necesidades específicas o etológicas (Ramírez, 2009). El FAWC (Farm Animal Welfare Council) propuso en 1992 cinco requisitos que deben cumplirse para garantizar este bienestar animal: la ausencia de hambre y sed crónicas; la ausencia de incomodidad física y térmica; la ausencia de dolor, enfermedades y lesiones; la posibilidad de mostrar una conducta normal; así como la ausencia de miedo y estrés (Manteca, 2012). Por lo tanto, a la hora de evaluar el bienestar animal, no sólo habría que tener en cuenta el estado físico del animal, sino también el estado mental y el ambiente en el que se encuentra, así como los comportamientos que desarrolle (Hewson, 2003).

Cuando un animal ingresa en el hospital, es lógico pensar que su bienestar está afectado, pero el personal veterinario suele centrarse solo en cubrir los tres primeros puntos, ya que el principal objetivo es curar o tratar la enfermedad, lesión o dolor que estén sufriendo y se les va a proporcionar los cuidados necesarios mientras estén hospitalizados. Aun así, es importante considerar los dos últimos requisitos, que son permitir que el animal muestre sus comportamientos naturales y garantizar la ausencia de miedo y estrés, teniendo en cuenta las restricciones que hay dentro de una clínica veterinaria.

Los sentimientos como el miedo, el dolor o la frustración son subjetivos, por lo que es difícil estudiarlos, pero son adaptaciones que motivan al animal a comportarse de una manera que promueve el buen funcionamiento biológico. Por ejemplo, en varios estudios se ha comprobado que la carencia de bienestar animal afecta también a la producción en las granjas. Si los animales sufren al no poder realizar acciones debido al ambiente en el que se encuentran, los sentimientos desagradables acaban alterando su salud, supervivencia y productividad.

Los conejos son animales presa, por lo que son muy asustadizos y tienden a estresarse con facilidad. Reducir esos estímulos estresantes y permitir que muestren una conducta normal de su especie no sólo va a garantizar su bienestar, sino que va a facilitar el proceso de recuperación de la enfermedad, mejorando su pronóstico.

Estrés

El estrés, también conocido como síndrome general adaptativo, es un conjunto de respuestas fisiológicas que produce el organismo ante la presencia de un estímulo en el ambiente y que provoca un cambio en la homeostasis. Existen innumerables estímulos que son capaces de producir estrés, ya sean de naturaleza climática, alimentaria, física, química, agresiones biológicas, situaciones desarrolladas dentro del propio organismo o agresiones psicológicas, como el miedo o la frustración.
Estos estímulos pueden ser agudos, desencadenando una respuesta de alarma a corto plazo; o crónicos, donde la respuesta se alarga a medio y a largo plazo.

El estrés a corto plazo, conocido como el síndrome de lucha o huida, es una medida necesaria para adaptarse a cambios bruscos e inesperados. En esta respuesta son fundamentales el sistema nervioso autónomo simpático y la médula adrenal, que se van a activar ante un estímulo agudo, liberando catecolaminas (adrenalina y noradrenalina). Éstas provocarán efectos como el aumento de la frecuencia cardíaca, frecuencia respiratoria y la presión arterial; vasodilatación de algunos tejidos (miocardio, músculo esquelético e hígado) y dilatación pupilar; disminución de la función digestiva y la redirección del flujo sanguíneo de los órganos viscerales al músculo esquelético; la movilización de la glucosa hepática y de los ácidos grasos del tejido adiposo; así como el favorecimiento del estado de vigilia.

En resumen, la liberación de catecolaminas al torrente sanguíneo por la médula adrenal, va a promover una respuesta inmediata ante un cambio brusco en el ambiente, mientras que la activación del sistema nervioso autónomo va a disminuir los procesos fisiológicos que suponen un costo energético y que no son vitales para el organismo (Spangenberg, 2015).
La respuesta al estrés a corto plazo es indispensable ante una agresión inespecífica, de manera que el animal puede poner en marcha la respuesta antes de que identifique al estímulo, lo que permite aumentar sus posibilidades de supervivencia.

Cuando la agresión dura más tiempo, se pasa a una respuesta a medio plazo, donde la adenohipófisis secretará ACTH (hormona adenocorticotropa), que provocará la liberación de adrenalina y cortisol en las glándulas suprarrenales. El cortisol va a mantener los efectos de las catecolaminas durante más tiempo, alterando el metabolismo y afectando en la absorción, distribución y eliminación de fármacos utilizados para tratar al paciente. Además, provoca que haya una involución del colágeno, de la masa ósea, así como de la capacidad de cicatrización y de renovación tisular, por lo que en los tejidos como la mucosa gastroduodenal, que tiene que estar en continua renovación, aparecen úlceras. Estas lesiones también se producen por la inmunosupresión causada por el cortisol, lo que provoca una disbiosis en el sistema digestivo y el crecimiento de otro tipo de microbiota.
En el estrés también se produce un adelgazamiento, no solo por la disminución de los almacenes de ácidos grasos y la pérdida de masa muscular, sino también porque la CRH (hormona liberadora de la ACTH) actúa directamente sobre los centros hipotalámicos reguladores de la ingesta, inhibiendo el apetito y produciendo esa pérdida de peso. Además, el cortisol se va a unir a los receptores paramineralcorticoides que generan aldosterona, provocando una mayor captación de sodio y un aumento en la retención de líquidos.

A pesar de todos estos problemas, la respuesta de alarma a medio plazo es una respuesta adaptativa y conveniente, ya que se pretende mantener la hiperglucemia y favorecer a los órganos indispensables para poder sobrevivir. Si se perdiera la función de las catecolaminas, se produciría un estado de hipoglucemia y se entraría en un estado de shock frente a un agente agresor.
Por último, hay el estrés a largo plazo, donde los niveles incrementados de cortisol provocan el aumento de la cantidad de adrenalina y noradrenalina, sobrecargando el sistema cardiovascular. Al producirse una depresión del sistema inmune, se desarrollan enfermedades de tipo tumoral o infeccioso, provocando la emigración de las células inmunitarias a diferentes partes del cuerpo, empeorando las condiciones alérgicas y autoinmunes.

La CRH y el cortisol son capaces de inducir cambios en el comportamiento del individuo, aumentando el grado de vigilia y de la capacidad de atención, así como la aparición de comportamientos compulsivos que afectan a los hábitos de ingesta. Debido a la hiperglucemia, este incremento de la ingesta termina produciendo obesidad y síndrome metabólico. El cortisol, además, puede alterar la masa ósea produciendo osteoporosis.
En la respuesta de estrés a largo plazo se produce una disminución de las hormonas sexuales reduciendo las capacidades reproductoras, por lo que no solo afecta al individuo, sino a toda la especie.

Los problemas digestivos, la alteración del metabolismo, la depresión del sistema inmune y los cambios comportamentales provocados por el estrés son factores a tener en cuenta a la hora de tratar a nuestro paciente, ya que afectan a su estado de salud y pueden empeorar su pronóstico.

El conejo

El conejo doméstico (Oryctolagus cuniculus), es un mamífero perteneciente al orden de los lagomorfos, diferenciándose de los roedores por poseer dos pares de incisivos en el maxilar superior en lugar de uno. Dentro de este grupo pertenecen a la familia Leporidae, junto con las liebres.

El conejo doméstico proviene del conejo europeo, que se originó en la península ibérica y se extendió por toda Europa como fuente de alimento, potenciando así su cautividad. En libertad, son animales que prefieren las zonas verdes con terreno blando para excavar las madrigueras que les sirven como refugio, aunque sus actividades las realizan por encima de la tierra, como correr, saltar, vigilar, etc. Son animales herbívoros que invierten entre un 30-70 % del tiempo buscando alimento. Además, son animales sociales que forman grupos entre uno y cuatro machos y entre una y nueve hembras, donde las jerarquías están bien definidas.

Dentro del repertorio de comportamientos de los conejos podemos encontrar el llamado grooming o acicalamiento, donde se lamen las patas delanteras, la cara y orejas; así como la espalda, las patas traseras y el vientre. Este comportamiento también lo realizan mutuamente entre otros animales del grupo, lo que fortalece su vínculo social. Entre las actividades de locomoción hay el salto, la excavación, oler el ambiente, a las cuales se asocia una actividad de masticación. También expresan respuestas anti-predación, como la posición de alerta, golpes contra el suelo con la pata posterior, la fuga rápida y la inmovilidad.

El hecho de que esta especie se encuentre en estado salvaje y que el proceso de domesticación sea más bien reciente, permite estudiar su comportamiento y mejorar su calidad de vida en cautividad.
El aumento del número de conejos domésticos y la demanda para intervenciones veterinarias significa que esta especie se presenta en la clínica cada vez más para procedimientos que requieren hospitalización. Son animales que suelen ingresar cuando están muy críticos y necesitan, no solo un tratamiento médico adecuado, sino unos cuidados de los que son responsables los ATVs.

Según un estudio, los transportes cortos suponen un estrés de alta magnitud para los conejos, ya que no tienen suficiente tiempo para adaptarse a la nueva situación (Liste, 2006). Esto implica que cuando el conejo llega a la clínica seguramente ya esté estresado.
El cambio a una jaula de hospitalización con la imposibilidad de huir y, en general, la introducción en un ambiente nuevo con personas desconocidas, suponen unos factores estresantes para estos animales que pueden llegar a afectar a su comportamiento alimentario. Por ejemplo, el consumo de cecotrofos está bajo control adrenal, por lo que encontrarse en este tipo de situaciones puede derivar en importantes problemas digestivos (O’Malley, 2007). Además, el estrés a largo plazo puede provocarles un colapso repentino como resultado de una cardiomiopatía inducida por el estrés.

Métodos para evaluar el bienestar del conejo

En 1985, Moberg propuso que los estresores pueden alterar la salud y la supervivencia del individuo, pero este proceso viene precedido por estados prepatológicos que advierten del daño que está afectando al animal.

Es difícil medir el estado de bienestar animal, puesto que los sentimientos son factores subjetivos. Algunos científicos, han propuesto medidas cuantitativas para poder hacer una aproximación basada en los sentimientos de los animales a través de indicadores fisiológicos, patológicos, zootécnicos, comportamentales y psicológicos.

Como indicadores fisiológicos se pueden medir algunas variables sanguíneas, como el cortisol, ya que el estrés prolongado altera el equilibrio homeostático, provocando variaciones en el cuadro fisiológico. Otro indicador puede ser la medida de frecuencia cardiaca, que suele variar entre los 180-250 latidos por minuto, aumentando cuando el conejo se encuentra estresado. Sin embargo, la misma toma de muestra supone un proceso estresante para el animal, lo que altera el nivel de estas dos variables. Otra opción es medir la frecuencia respiratoria, que oscila entre las 30-60 respiraciones por minuto, donde solo es necesaria su observación sin necesidad de manejar al animal.
Los indicadores patológicos y zootécnicos también permiten valorar el grado de bienestar, ya que unas condiciones sanitarias inadecuadas pueden ser factores estresantes para el animal y, viceversa, el estrés a medio y largo plazo reduce la respuesta inmunitaria lo que provoca una mayor susceptibilidad a patologías.

Hay que centrarse en los indicadores comportamentales y psicológicos, comparando diferentes situaciones de manejo, aunque la presencia del propio observador está limitada, ya que puede ser también un factor estresante. Hay que fijarse primero en las señales auditivas y en las señales visuales que mandan los pequeños pacientes.
Los conejos no suelen vocalizar, aunque pueden producir ciertas señales auditivas que avisan de su estado, como el rechinar de dientes o bruxismo cuando sienten dolor, incluso chillidos si el dolor se intensifica o sienten miedo; gruñidos para denotar agresión; o golpes fuertes con la pata trasera en el suelo para señalar que se sienten amenazados.

En cuanto a las señales visuales, hay que fijarse en la postura, ya que da una idea de su estado emocional, de manera que si están relajados suelen estar total o parcialmente estirados, con los ojos cerrados y con las orejas hacia abajo (señal de que no hay peligro). En caso de sumisión hacia otros animales, se agachan y estiran las orejas hacia el cuello y el cuerpo, además de apartar la mirada evitando el contacto visual. En caso de alerta levantarán las orejas y las rotarán para escuchar los ruidos del ambiente. Con la cabeza también mandan señales visuales, de manera que si cabecean indican que hay un estímulo nuevo en el ambiente, mientras que si sacuden la cabeza muestran irritación o la presencia de un olor o sabor que les disgusta.

Uno de los movimientos más característicos de los conejos es el denominado, twitching, donde mueven la punta de la nariz para olfatear el ambiente. En caso de alerta, este movimiento es mucho más marcado, mientras que en caso de estar relajados o dormidos puede cesar casi por completo.

Cualquier conejo que desarrolle un problema de comportamiento debería ser evaluado por problemas médicos, ya que el cambio en el comportamiento puede ser indicativo de enfermedad o lesión. Por ejemplo, un conejo que se vuelve agresivo cuando se le acaricia la cabeza y orejas puede ser por una posible infección de oído, un absceso mandibular o cualquier afección que le cause dolor en esa región. Identificar los problemas médicos podría resultar difícil, ya que, al ser animales presa, suelen esconder el hecho de que estén enfermos o heridos (Crowell-Davis, 2007).

Pueden mostrarse agresivos en dos situaciones: cuando sientan dolor (en este caso, tratarán de ocultarlo debido a su carácter de presa, por lo que habrá que realizar una evaluación física buscando dónde está el daño) o por miedo a las personas (Villamayor, 2017).

El control del dolor es importante para la recuperación, aunque la evaluación puede ser más difícil en estos animales que en otras especies, ya que, como se ha comentado, normalmente no vocalizan. Se puede basar en la escala Grimace (Figura 1), donde se evalúan diferentes expresiones faciales y se puntúan en una escala del 0 al 2, siendo el 0 “expresión no presente” y el 2 “obviamente presente”. Las expresiones a observar son el cierre del párpado, el aplanamiento de las mejillas, la forma de las narinas y la posición de los bigotes y las orejas, de manera que cuando el animal se encuentre dolorido cerrará completamente los ojos, apareciendo una arruga alrededor de ellos, tendrán una mirada hundida debido al aplanamiento de las mejillas, las narinas se encontrarán mirando hacia la barbilla en forma de V, los bigotes perderán su curvatura natural y se encontrarán mirando hacia abajo y las orejas las colocarán más apretadas y pegadas a la espalda (Keating, 2012).

Figura 1. Escala de Grimace en el conejo. (Keating, 2012)
Figura 1. Escala de Grimace en el conejo. (Keating, 2012)
Figura 1. Escala de Grimace en el conejo. (Keating, 2012)
Figura 1. Escala de Grimace en el conejo. (Keating, 2012)

Además de estas expresiones faciales, hay que fijarse también en su postura corporal, pudiendo sentarse muy quietos en la parte posterior de la jaula en una posición encorvada mientras rechinan los dientes. Otros signos clínicos de dolor en el conejo pueden incluir, disminución de la producción de heces, elevación de la cabeza, agresión, aislamiento y la rápida respiración superficial.

El otro motivo de la agresividad es el miedo a los humanos, que puede desarrollarse fácilmente como resultado de una experiencia miedosa o dolorosa. Cuando tiene miedo, un conejo puede huir, quedarse quieto o atacar usando sus dientes y uñas para defenderse. Si la persona retrocede cuando es atacada, el conejo aprende que utilizar la agresión es efectiva para defenderse.

La ausencia de dolor, de miedo y estrés son dos puntos a cumplir en el bienestar animal, por lo que es importante conocer estas señales que nos mandan los pequeños pacientes para poder mejorar el pronóstico de su enfermedad y que su estancia en el hospital no se convierta en una experiencia tan traumática.

Medidas para fomentar el bienestar del conejo durante la hospitalización

Hay que intentar reproducir el ambiente de casa en el que se encuentran, conociendo las restricciones que hay dentro de la clínica. Es recomendable instalarlos en salas separadas del olor de los depredadores, como los hurones, o de los animales ruidosos e inquietos, como los loros. Es importante considerar también la hospitalización de animales con posibles enfermedades infecciosas en salas separadas del resto de pacientes.

AMBIENTE: la temperatura es un estresor importante y puede alterar el comportamiento alimentario, el metabolismo y el perfil bioquímico de los conejos, mientras que la velocidad elevada del aire puede provocar problemas respiratorios (López, 1997). La temperatura rectal normal de un conejo es de 37.5-39.9 ºC, y aquellos que ingresan con una temperatura menor tienen más posibilidades de morir que aquellos que tienen una temperatura normal. Al tomar la temperatura corporal, hay que tener en cuenta que puede aumentar debido al estrés durante el examen. Son animales que realizan sus actividades al amanecer y al anochecer, por lo que crear un ambiente de semioscuridad y silencio favorece la recuperación de estos mamíferos.

JAULA: se conoce que las restricciones del espacio y de movilidad pueden causar frustración y estrés en el conejo, incluso lesiones en la columna vertebral, lo que afecta a su bienestar. Las jaulas de hospitalización permiten al animal expresar una serie de comportamientos típicos de su especie como sentarse, extenderse, incluso saltar desde encima de la caseta al suelo de la jaula. Este suelo debe ser sólido y sin rejilla, de manera que el animal no sufra lesiones en las patas, como pododermatitis y/u otras alteraciones en las extremidades. Para cubrir el suelo de la jaula se puede utilizar un empapador de tela, además de un empapador desechable para poder monitorizar mejor las deyecciones.

LECHO: los conejos en libertad suelen utilizar letrinas para hacer sus necesidades, así que se pueden colocar bandejas con sustrato que aprender a utilizar. Este sustrato permite observar la cantidad, olor y consistencia de las heces y orina, ya que son indicadores importantes de la salud digestiva y urinaria. El material empleado puede estar formado por gránulos vegetales absorbentes que se comercializan para este fin, cubiertos por una capa de heno o paja por encima. También se pueden utilizar virutas de madera, pero en ocasiones pueden causar irritaciones oculorrespiratorias. Nunca debe utilizarse arena para gatos, ya que resulta muy abrasiva (Santamaría, 2018). Además, colocar este tipo de bandejas favorecen otros comportamientos como la excavación.

Figura 2. Jaula de hospitalización de un conejo.
Figura 2. Jaula de hospitalización de un conejo.

CASETA: como se ha comentado anteriormente, los conejos viven en madrigueras que utilizan como refugio, por lo que colocar una caseta donde puedan esconderse ayuda a reducir el estrés y se favorecen comportamientos como la vigilancia del territorio (Figura 2).

COMPAÑEROS: en muchas ocasiones, el conejo vive con más miembros de su especie. Alojar a los conejos en grupos puede enriquecer su comportamiento social, mejorando su bienestar psíquico y fisiológico, pero no es recomendable en todos los casos, ya que hay machos y hembras adultos que son territoriales entre miembros del mismo género y desarrollan comportamientos agresivos poco deseables. Hay situaciones que requieren que se hospitalice de manera individual, por ejemplo, si el paciente requiere fluidoterapia, puesto que el compañero podría enredarse con el sistema e incluso morderlo. Pero, si el espacio y la situación lo permiten, es aconsejable hospitalizar a los dos juntos, de manera que el paciente se sienta acompañado y puedan realizar entre ellos comportamientos sociales como el acicalamiento.

JUGUETES: los animales expuestos a un enriquecimiento ambiental en casa tienen mejores habilidades para combatir el estrés. Antes de colocar juguetes u objetos para el enriquecimiento ambiental, hay que considerar si el animal va a poder usarlos adecuadamente. Si al animal le asustan estos objetos o se excita demasiado con ellos, deberán retirarse y ser reemplazados por otros objetos que no provoquen una respuesta indeseada. La mejor opción es colocar objetos y juguetes que tengan en casa, ya que contienen olores que le resultan familiares y les pueden ayudar a reducir el estrés. Hay que tener precaución, ya que muchos propietarios compran objetos sin saber que contienen sustancias tóxicas, por lo que habrá que recomendarles qué tipo de enriquecimiento ambiental proporcionarles, lo que les beneficiará a largo plazo.

Manejo durante la hospitalización

Los animales de la misma especie pueden responder de manera diferente a situaciones estresantes, por lo que hay que tener en cuenta que las respuestas pueden estar influenciadas por factores que se escapan de las manos del equipo veterinario.

Los eventos más estresantes a los que se van a enfrentar estos pacientes son la captura y el manejo, ya sea para la administración de medicamentos o simplemente para mover al animal para limpiar su instalación. Es importante que todo el equipo veterinario tenga una adecuada educación sobre el manejo de estos animales, de manera que les cause el menor estrés posible y se prevengan lesiones, siendo beneficioso tanto para los pacientes como para el personal de la clínica.

Un estudio demostró que, a partir de los 60 segundos de manejo, los niveles de corticoesterona aumentaban de manera progresiva y, por lo tanto, el efecto estresante. Si el animal está acostumbrado a la presencia y al contacto con el humano, se reduce el nivel de estrés, lo que mejora su bienestar y estado de salud.

Dado que la liberación de catecolaminas y corticoesterona puede ocurrir de manera muy rápida, es importante dejar todo preparado, como los medicamentos, los fluidos y la comida. Es importante manejar al animal solo una vez para todos los tratamientos necesarios y en el más breve tiempo posible.

La RWAF (Rabbit Welfare Asociation & Fund) establece que los conejos deberían ser cogidos de manera suave y segura, colocando un brazo por debajo del cuerpo soportando todo el peso del animal; mientras la otra mano se coloca entre los omóplatos sujetando también los cuartos traseros. La cabeza puede estar escondida en el brazo para un mayor control, cubriendo los ojos y minimizando el estrés.

Cogerles de las orejas les provoca estrés y su lucha podría causar lesiones a la persona a través de patadas, arañazos y mordiscos. Coger al conejo sin un apoyo de las patas traseras les puede provocar fracturas lumbosacras y la parálisis del animal (Figura 3), por lo que es importante que las extremidades posteriores tengan contacto con una superficie.

Figura 3. Fractura vertebral debida a un mal manejo. Imágenes tomadas mediante Tomografía Axial Computarizada.
Figura 3. Fractura vertebral debida a un mal manejo. Imágenes tomadas mediante Tomografía Axial Computarizada.
Figura 3. Fractura vertebral debida a un mal manejo. Imágenes tomadas mediante Tomografía Axial Computarizada.
Figura 3. Fractura vertebral debida a un mal manejo. Imágenes tomadas mediante Tomografía Axial Computarizada.

Se puede usar una toalla para envolver al paciente y cubrir la cabeza para evitar problemas cuando se transfieren de la jaula a una mesa para su examen o administración de medicamentos. Aunque es infrecuente, un conejo puede estresarse demasiado al someterse a un examen sin sedación previa, por lo que a veces es necesario el uso de un sedante, como el midazolam, a una dosis de 0.5 – 1.0 mg/kg SC, utilizándose solo en casos necesarios, como en la realización de una radiografía, ponerle una vía intravenosa, realizar una extracción de sangre u otros posibles procedimientos invasivos para el animal, pero siempre bajo la prescripción del veterinario.

Como ya se ha comentado, una de las causas de agresividad en el conejo es el miedo a las personas y suele estar relacionada con el manejo. Repetidas experiencias de ser cogidos y llevados de manera segura y sin dolor son esenciales para que el conejo se sienta cómodo con los humanos. Una práctica de manejo que cause miedo o dolor, como la administración de medicamentos, podría reducirse asociando dicha práctica a un estímulo positivo, por ejemplo, dándole premios.

Conclusión

Los conejos son animales que se estresan con mucha facilidad y los efectos negativos del estrés pueden afectar a la evolución de su enfermedad cuando se encuentran hospitalizados. Es importante conocer las señales y los comportamientos que nos mandan estos animales cuando sienten dolor o miedo, ya que nos pueden ayudar en su diagnóstico y a mejorar el pronóstico de su enfermedad.

Los estímulos positivos como las caricias y los premios ayudan a que los procesos como la administración de medicamentos o el examen clínico no sean experiencias tan desagradables y terminen acostumbrándose a la presencia del equipo veterinario.

Si estos pequeños mamíferos en su vida temprana tienen periodos donde son manejados frecuentemente y expuestos a una variedad de situaciones, serán capaces de afrontar mejor las situaciones estresantes.

Prestando atención tanto a los indicadores fisiológicos y patológicos, como a los ambientales, comportamentales y psicológicos, nos va a permitir evaluar el bienestar de estos animales de manera objetiva y aplicar las medidas necesarias para reducir su estrés durante la hospitalización.

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